lunes, 28 de diciembre de 2020

Las decisiones difíciles de la pandemia.

 


Esta pandemia representa sin duda, un reto para los sistemas de servicios de salud a nivel global, y genera cuestionamientos importantes, en especial en relación con la posible necesidad de racionar los cuidados de salud en el contexto de una escasez de recursos y capacidad instalada para resolver la crisis. Y es que, estimado lector, en un hospital lo único que sobran, son pacientes. Aun si la capacidad de brindar cuidados fuera suficiente, será prioritario establecer metas ante el escenario de enfermedades que pongan en peligro la vida, especialmente en aquellos pacientes con enfermedades crónicas, mientras que se intente, en la medida de lo posible, alinear la atención disponible con los valores y expectativas de los pacientes.

 

Las restricciones y el aislamiento de la población, inevitables para preservar la vida de la comunidad, ha traído consecuencias irreversibles: muerte, violencia familiar, restricciones a la libertad, educación, desarrollo personal, divorcios, separaciones, abandonos; así pues la ausencia de eventos sociales, viajes, diversiones, trabajo, pérdidas económicas, desconocimiento de las secuelas de esta la enfermedad para aquellos que la sobrevivieron, la reinfección comprobada y la incertidumbre sobre la efectividad de una próxima vacuna, han abonado a la ruptura total de un proyecto social. Existen dos estrategias fundamentales para controlar una pandemia. Las políticas de mitigación, enfocadas a hacer que la propagación de la enfermedad sea más lenta, reduciendo, en consecuencia, picos en la demanda de servicios de salud mientras se protege a los más vulnerables, lo que se conoce como “aplanar la curva”; en tanto que las políticas de supresión buscan controlar el brote epidémico inicial mediante la reducción del número de casos manteniendo la situación por periodo indefinido. A diferencia de lo que sucede en situaciones clínicas habituales, la medicina por sí sola puede resultar insuficiente para tomar decisiones de salud durante una pandemia. En una crisis de tal magnitud se presentan dos prioridades: la prioridad de salvar vidas y la prioridad de mantener el funcionamiento de la sociedad. Algunos mandatarios priorizarán una y otros la otra, lo cierto es que si no tenemos salud, no tenemos nada. No es muy dificil de entender. En diferentes momentos de los últimos nueve meses hemos escuchado todo tipo de mensajes contradictorios por parte de las autoridades de salud: ¿Por qué no hacer pruebas masivas? Eran innecesarias. ¿Por qué no recomendar el uso intensivo del cubre bocas? No parecía ser determinante. ¿Qué hacer frente a estadísticas internacionales desfavorables para el país? En realidad, son cifras no comparables, excepto cuando nos favorecen. Por su parte, el semáforo epidemiológico se anunció como el mecanismo que permitiría aplicar medidas de manera ordenada y previsible en diferentes regiones, hasta que fue declarado como intrascendente por el propio sub secretario de salud, es decir, por el creador mismo del semáforo. ¿El mensaje reiterado subyacente? Frente a la pandemia, cada familia deberá hacer lo mejor que pueda sin esperar mucho más del gobierno que las políticas sociales y económicas anunciadas meses antes de la pandemia.

 

Hace meses, cuando ni siquiera habíamos alcanzado el primer pico de la pandemia a nivel nacional, el gobierno federal pidió que se les aplaudiera por haber domado la pandemia. Poco después, cuando las cifras acumuladas rebasaron los peores pronósticos iniciales, se nos dijo que no había mucho de qué preocuparse, toda vez que el sistema hospitalario no había sido rebasado y contábamos con camas disponibles. Ahora, cuando la capacidad hospitalaria del Valle de México está a punto de verse rebasada, el gobierno pide aplausos y cantos esperanzadores porque han comenzado a llegar las primeras vacunas (sólo 3 mil dosis). La distribución y aplicación de los diferentes tipos de vacunas desarrolladas contra el SARS-CoV-2 será uno de los retos de política pública y de salud más grandes en el mundo y para cualquier gobierno. Según informe, entre las consideraciones de planeación estratégica destacan seis aspectos: Que la vacuna esté disponible en el volumen necesario para la población. Que pueda administrarse por personas debidamente calificadas entre diferentes segmentos o grupos prioritarios. Que pueda ser almacenada y distribuida de manera eficiente y accesible. Que las personas cuenten con suficiente información adecuada para que confíen y acepten la vacuna. Que el gobierno cuente con los recursos para financiar la adquisición y administración de las vacunas. Por último, que exista una plena rendición de cuentas sobre las diferentes etapas del proceso, así como un seguimiento puntual y oportuno a las personas vacunadas. ¿Podremos llevar el orden en los seis puntos antes mencionados? Por el bien de todos, esperemos que si.

Dr. César Álvarez Pacheco

cesar_ap@hotmail.com

@cesar_alvarezp

Huatabampo, Sonora.

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