Normalmente decimos que la primera
impresión es la que cuenta y cuando es negativa genera una percepción muy
difícil de cambiar después. La primera impresión del Instituto de Salud para el
Bienestar (Insabi), tras su lanzamiento, no podría haber sido peor. Hubo
desorden, confusión y mensajes contradictorios sobre la manera específica en
que el nuevo instituto reemplazaría al Seguro Popular.
El Insabi fue la muestra de lo que no se
debe de hacer. Institucionalizar los errores. Así lo demostró el desorden en
las compras de medicamentos, la distribución de los mismos, la falta de
cobertura en la atención médica y la falta de rectoría al desaparecer una
institución tan sólida como el Seguro Popular. Es difícil entender por qué no
planearon desde el principio un periodo de transición para que todo estuviera
listo antes de la entrada en operación del Insabi. Cuando se trata de la salud,
la improvisación y la dilación pueden tener consecuencias fatales. Al día de
hoy, después de 4 años se sigue pidiendo paciencia hasta llegar a un sistema de
salud como Dinamarca… ósea, ya ¿no? También se pide paciencia con el acceso a
medicamentos de uso oncológico como si la enfermedad pudiera esperar, y ahora
para colmo, el malentendido sobre el uso del Fentanilo. En noviembre de 2019 el
Congreso mexicano reformó la Ley General de Salud para desaparecer el Seguro
Popular, a pesar de que había logrado extender la cobertura de salud, hasta
diciembre de 2018, a 53 millones de personas (44.7% de la población). Ha
habido impactos claros tanto con la desaparición de este sistema, el cual
primero se sustituyó por el Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI) y,
recientemente, por el programa IMSS-Bienestar, como con los recortes a la
estructura de la Secretaría de Salud. En un principio, tanto el INSABI como el
IMSS-Bienestar se comprometieron a prestar servicios ambulatorios y de
hospitalización general, pero no servicios de especialidad, que antes estaban
garantizados por ley. Los afiliados al Seguro Popular tenían acceso a un
paquete de 294 servicios esenciales y 66 intervenciones de
especialidad (cirugías y procedimientos). Ni el INSABI ni el IMSS-Bienestar proporcionará
en su totalidad lo que comprendía el Catálogo de servicios, intervenciones en
su totalidad y mucho menos las contempladas enfermedades de Fondo Catastrófico.
Gracias al Seguro Popular, el presupuesto de la Secretaría de Salud, se
incrementó casi cuatro veces en términos reales entre 2000 y 2015. Esta
tendencia se interrumpió entre 2016 y 2018, cuando se
produjeron recortes muy importantes. En campaña, el ejecutivo
prometió incrementar el gasto público en salud en un punto porcentual
del Producto Interno Bruto, que si bien seguía estando por debajo de la media
recomendada por los países de la OCDE, era un aumento significativo. Sin
embargo, no solo no ha cumplido su promesa, sino que redujo aún más el
presupuesto destinado a salud en donde los niños han sido los más castigados,
con crisis y desaparición de programas diversos así como recortes en
medicamentos oncológicos y recortes en más del 60% en el programa de vacunas. De
acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingreso–Gasto de los Hogares 2020, el gasto
promedio en salud de los hogares mexicanos aumentó 40% durante esos
dos primeros años del gobierno actual.
De acuerdo con la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económicos, el exceso de mortalidad en México
entre enero de 2020 y junio de 2021 fue de casi 55%, comparado con el promedio
de 2015-2019. Esta es una de las cifras más altas del mundo. La mayor parte de
estas muertes se debió a COVID-19 y reflejan un mal manejo de la pandemia. Sin
embargo, un número no despreciable de decesos fue producto de la combinación de
la pobre estrategia de combate al COVID-19, que afectó la atención de otras
necesidades de salud, y los cambios introducidos en 2019. Uno de los efectos
más dramáticos de este inadecuado manejo del sistema de salud es el incremento
de la mortalidad materna: las muertes maternas aumentaron de 670 en 2019 a
899 en 2020, y a 1,036 en 2021. El reconocimiento del gobierno federal al
admitir que se dejaron de surtir 45 millones de recetas en el sector público
durante este sexenio va más allá de la desgracia. Uno de los mayores fracasos
del gobierno, la desaparición del Insabi y aunque solo duró poco menos de
cuatro años, se fueron a la basura 500 mil millones pesos. ¿Todavía creen que
llegaremos a ser Dinamarca?
Dr.
César Álvarez Pacheco
cesar_ap@hotmail.com
@cesar_alvarezp
Huatabampo,
Sonora
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