La pandemia de SARS-CoV-2, que ya
tiene poco más de dos años, nos ha obligado a reconocer a la epidemiología como
la herramienta fundamental de la medicina. El 27 de febrero del 2020 se
diagnosticó el primer caso de COVID y
días después entramos a la parte rigurosa de la cuarentena nacional. En esos
días, nos acostumbramos a seguir la conferencia de prensa vespertina en directo
o su repercusión en las redes sociales y las noticias, hasta que finalizó en
junio del 2021.
Estuvimos 451 días sujetos a un
lenguaje y paradigma epidemiológico que señaló los brotes y descensos, los
determinantes sociales y a poblaciones vulnerables: personal de salud, mayores
de 60 años y pacientes con diabetes, olvidando otras como las y los
trabajadores sexuales, confundiendo la vulnerabilidad estructural y el riesgo
individual. Lentamente, semana a semana, fuimos testigos de la evidencia de
diferentes medidas para contener la infección como el distanciamiento social,
el lavado de manos y el uso de cubre bocas, este último fue un tema
inesperadamente conflictivo entre algunas personas y funcionarios. Fuimos
contando defunciones y calculando tasas de letalidad, así como el número reproductivo
básico y tratando de entender las grandes diferencias regionales en nuestro
país. No fue sino hasta finales de diciembre cuando tuvimos resultados del
primer estudio fase tres de una vacuna que nos obligó a movernos del paradigma
epidemiológico al nuevo paradigma vacunal del 2021, cuando toda la discusión
nacional giró alrededor de esa proeza científica que fueron y son las vacunas.
Ya durante 2021, además de la epidemiología básica (tiempo, lugar y persona),
seguimos atenta y a veces acaloradamente las decisiones de las autoridades
sobre cómo manejar la más grande campaña de vacunación en la historia de la
salud pública mundial y de México, que significó vacunar a 60% de la población
en 12 meses. No fue sino hasta finales del 2021 cuando aparecieron los dos
primeros antivirales de acción directa contra el SARS-CoV-2 de uso oral, cuando
pudimos empezar a vislumbrar cómo la disponibilidad de estos medicamentos en
forma temprana pueden cambiar el destino de la pandemia. Estos medicamentos han
sido autorizados por la COFEPRIS como medicamentos de emergencia, lo que
coincidió con el final del repunte de la variante Ómicron, por lo que todavía
no sabemos cuánto van a cambiar el futuro con las nuevas variantes. En México,
la disponibilidad de estos medicamentos es todavía limitada; pero por lo pronto,
ya nos acostumbramos a ver en las redes sociales que las personas infectadas en
Estados Unidos comienzan con los primeros síntomas con antivirales y mejoran
definitivamente el pronóstico. Si en octubre de 2020 el presidente Trump
durante su infección recibió anticuerpos monoclonales de la compañía Regeneron,
por acceso compasivo, antes de su aprobación por la FDA, en abril del 2021, 15
meses después la vicepresidenta de ese país, Kamala Harris anunció que se
encontraba en recuperación y que había usado Paxlovid, aprobado por la FDA a
finales de diciembre de 2021. El sistema de salud en México respondió
utilizando las medidas que ya habíamos probado para la vigilancia y control
epidemiológicos de la influenza, desarrolladas y afinadas a partir de la epidemia
del 2009. Muy pronto nos dimos cuenta de que necesitábamos, además, de otras
herramientas, y que la magnitud y trascendencia de la pandemia no tenían
comparación con nada de la historia reciente. También la epidemiología nos
mostró la velocidad tan dramática de la epidemia, sobre todo con el repunte de
enero de 2021, con casi 2,000 defunciones registradas diariamente.
El COVID demostró que necesitamos
personal clínico capacitado para manejar los casos y expertos en salud pública
para su control y prevención. Pero, sobre todo, necesitamos que la
epidemiología juegue un papel más intenso en la formación y la práctica de la
medicina. Necesitamos personal capacitado para analizar grandes series de
casos, encuestas nacionales y para realizar estudios observacionales y
experimentales. Estos aprendizajes nos deben permitir aprovechar lo que
habíamos aprendido sobre la medicina basada en la evidencia para llegar a la
salud pública basada en la misma.
Dr.
César Álvarez Pacheco
cesar_ap@hotmail.com
@cesar_alvarezp
Huatabampo,
Sonora.
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