México fue el primer país que notificó a la
Organización Mundial de la Salud un brote que habría de convertirse en
pandemia, que fue la primera del siglo XXI causada por el virus A(H1N1) durante el
2009. Antes de este evento, México contaba con un plan de preparación
nacional que incluía vacunación estacional, reservas de equipo para
protección personal y fármacos antivirales, así como estrategias de
comunicación. Durante la epidemia se fortaleció la red nacional de laboratorios
de salud pública, así como las capacidades de crecimiento de las unidades de
terapia intensiva y el sistema de distribución de medicamentos antivirales. Se
condujo una comunicación de riesgos para que la población tuviera apego con
las medidas implementadas, tales como el distanciamiento social. Es 2020,
¿Aprendimos algo?
Al
mes de diagnosticarse el primer caso, la Secretaría de Salud, a través del
Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica, lanzó una alerta
epidemiológica luego de realizarse un recorrido por 23 hospitales públicos y
privados de la Ciudad de México y tener identificados 120 casos ingresados por
cuadros neumónicos graves y cinco personas fallecidas por esa causa. El inicio
de la epidemia por el virus de la influenza H1N1 en México fue accidentado y
difícil. El instituto de vigilancia epidemiológica trabajaba prácticamente
sin recursos y técnicamente desactualizado, en donde la vigilancia de
enfermedades, es su actividad principal. El Laboratorio Nacional de Referencia
tiene un papel indiscutible; sin embargo, la falta de infraestructura y equipos
necesarios para procesar las numerosas muestras biológicas obligaron al
gobierno federal a solicitar ayuda de organismos internacionales, como la ONU y
la OMS. Las repercusiones inmediatas de la epidemia se notaron principalmente
en el sector económico, a través de la Secretaría de Turismo, que reportó
disminución de 35% en el transporte terrestre nacional y mayor a 50% en la
Ciudad de México, en donde la cancelación de corridas de autobús, vuelos
nacionales e internacionales, así como la clausura de puertos marítimos de
destinos vacacionales nacionales e internacionales fueron comunes. De manera
recíproca, varios países del mundo cancelaron sus viajes a nuestro país,
restringieron o cancelaron los vuelos procedentes de México y sometieron a revisiones
médicas muy meticulosas a los viajeros mexicanos. La caída en los niveles de
ocupación hotelera nacional fue de 62%. La pandemia se extendió primeramente
en Norteamérica, Europa Occidental, Centro y Sudamérica, países con los que
México mantiene intercambio humano y comercial extenso y continuado, por lo
que, para mayo de 2009, la OMS reconoció 4,379 contagiados en 29 países, con
49 defunciones. En México, la industria turística ocupa el cuarto lugar como
generador de divisas, por lo que el efecto más inmediato en la economía de
nuestro país fue la afectación del sector turístico, que reportó un
estimado de 10 millones de dólares en pérdidas en el primer mes de haberse
declarado la emergencia epidemiológica. Asimismo, la alerta sanitaria provocó
compras de pánico en todo el país, lo que provocó el incremento en los
precios de la canasta básica con disminución importante del producto interno
bruto nunca vista en los últimos 15 años.
En
el Sector Salud, el entonces director del Instituto Mexicano del Seguro Social aseguró
que la epidemia generó gastos adicionales por 600 millones de pesos y que la
adquisición de antivirales costó 434 millones, además de los materiales
necesarios para protección del personal y atención de los enfermos graves, y
por pagos de horas extra al personal se gastaron 68 millones. Además, el IMSS
dejó de recaudar 800 millones de pesos y 213 mil trabajadores que fueron dados
de baja dejaron de pagar cuotas. En el aspecto social y educativo, la epidemia
provocó una toma de conciencia jamás vista en nuestro país respecto a una
enfermedad infectocontagiosa. Para mayo de 2009, la Secretaría de Salud recomendó
que se limpiaran y desinfectaran todas las escuelas del país, también se
aplicó un cuestionario y filtro sanitario que obliga al lavado de manos. La
Gaceta Oficial del Distrito Federal publicó los requisitos sanitarios mínimos
para restaurantes y establecimientos públicos, en donde se señalaba el uso
obligatorio de cubrebocas para meseros y empleados; mientras que en los actos
públicos se recomendó guardar una distancia de 2.2 metros, entre cada
asistente y evitar el saludo de beso o de mano. Se aplicaron medidas de distanciamiento
social de manera temprana. Eso fue durante el 2009, sí; con Calderón.
¿Aprendimos algo?
Dr.
César Álvarez Pacheco
cesar_ap@hotmail.com
@cesar_alvarezp
Huatabampo,
Sonora.
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