domingo, 16 de octubre de 2016

El Pintor francés que no podía ver.

La relación que suele existir y que también muchas veces puede establecerse entre las diferentes vocaciones y aptitudes con determinadas y diferentes actividades que se realizan muchas veces en la vida cotidiana, así́ como el vínculo que pueda haber entre las mismas y su relación con el desarrollo de cualquier habilidad, es algo que siempre ha llamado la atención. Es lo que podría llamarse en medicina estructura y función y el posible vínculo entre las mismas, y que resulta interesante cuando las encontramos sobre todo en personajes con otras características desarrolladas como lo fue Monet.

En la historia siempre impresionó mucho escuchar que si El Greco pintaba aquellas raras figuras sinuosas y alargadas era porque padecía una enfermedad de los ojos que le impedía ver a los seres humanos tal y como son en la realidad. Ahí podemos ver un claro ejemplo donde estructura y función no van muy bien de la mano. Atribuir a algún defecto orgánico los rasgos del estilo de un artista puede ser un síntoma de ignorancia o de pereza mental, pero también es cierto que la mezcla de la enfermedad y del talento nos sugestiona siempre, en parte por sus posibilidades novelescas, en parte también porque parece que confirma la noción romántica del genio como héroe un poco raro y de la obra de arte como el fruto de muchas dificultades: Goya y Beethoven atormentados por la sordera, Mozart febril y casi moribundo sobre la partitura del Requiem, Chopin enfermo de tuberculosis. El peso de la leyenda distorsiona la realidad en algunas ocasiones, pero no llega a anularla. Desde luego que la enfermedad tremenda que tuvo como resultado una sordera irreversible trastornó el ánimo de Goya, agudizando las inclinaciones más sombrías de su estilo. Beethoven, como cualquier gran músico, podía escuchar en su imaginación las notas que iba componiendo, pero hay una parte de la expresividad áspera y violenta de muchas de sus obras maestras que surgiría instintivamente de su necesidad de lograr un volumen sonoro no del todo imperceptible para sus oídos dañados. Nos intriga la idea de un músico sordo. Más inconcebible nos parece que pueda existir un pintor casi ciego. Ese fue el caso de Claude Monet, que padeció de cataratas durante muchos años, y que según propia confesión llegó a un punto en el que sólo veía “de las etiquetas en los botes de colores y de la fuerza del hábito”. Por culpa de las cataratas, Monet apenas podía ver cuando pintó algunos de sus lienzos más célebres fechados en torno a los años 1920. Claude Monet, fue sin dudas uno de los tantos genios influidos por la enfermedad y ya antes de cumplir 60 años se empieza a preocupar por un continuo escozor de ojos. En 1900 le diagnostican un principio de catarata, lo que afectaría al desarrollo de su pintura desde entonces. El año que es diagnosticado pinta por primera vez un puente japonés construido en el lago de su casa de Giverny. Este puente será retratado muchas veces, y es el testigo mudo de la pérdida de visión del pintor. A Monet le ocurría que le daba terror someterse a una operación de cataratas, por miedo a que le sucediera como a su amiga la también pintora Marie Cassats, que al operarse había quedado aún más dañada, y tuvo que resignarse a abandonar para siempre la pintura. Pero al final se decidió a arriesgarse, y en 1923, a los 83 años.

Las cataratas habían afectado su visión inmediata, pero no su imaginación o su memoria, y sin embargo, los problemas en los ojos, que le dificultaron tanto su trabajo, no fueron los responsables de su muerte. Fue tal vez su afición al tabaco -que, según Clemenceau, tiñó su barba de amarillo- la que le provocó un tumor pulmonar que le fue detectado en julio de 1926, y 6 meses después moría a los 86 años de edad. Monet, un personaje con un gran talento que desarrollaba, a pesar de las dificultades que le imposibilitaban hacerlo, personajes que crean y que inspiran con sus obras.

Dr. César Álvarez Pacheco
@cesar_alvarezp
Huatabampo, Sonora.













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