Cuando hablamos de rabia, no deja de
sorprendernos tan solo leer o escuchar la palabra per se; cuando leemos o
escuchamos en los medios de casos en humanos, sin duda es algo aterrador. No
estamos acostumbrados a que nos digan
que surgió un caso en determinado lugar porque nuestra generación aprendió a
que son enfermedades que, “ya no hay”. Pero la verdad es que son enfermedades
que han estado ahí, esperando un pequeño descuido humano para resurgir.
La rabia, palabra derivada de la antigua
raíz india: “rabh”, que significa conducta violenta, es una enfermedad
reconocida desde la antigüedad, probablemente más antigua que la raza humana;
fue considerada como la acción de las fuerzas sobrenaturales sobre el hombre y
otros mamíferos, principalmente el perro. Esta conducta violenta, irritable del
perro, fue más frecuentemente observada en época de calor, por lo que a este
lapso estacional se le conoció como “canícula” por la acción que ejercía la
estrella Sirio de la constelación del Can Mayor sobre el sol. La rabia es una
de las enfermedades zoonoticas más antiguamente conocidas, de hecho, en el
siglo XXI la rabia sigue siendo una de las más temidas e importantes amenazas
para la salud pública. Existen dos formas epidemiológicas de rabia: la urbana,
propagada principalmente por perros o gatos domésticos que puede manifestarse
en forma “furiosa” o “paralítica”, y la forma selvática, llamada vulgarmente
“derriengue” como resultado de mordeduras por murciélagos infectados, así como
coyotes, zorros, zorrillos, mapaches y posiblemente otros mamíferos. Esta
zoonosis se mantiene a expensas de la fauna doméstica o salvaje y la presencia
de casos en seres humanos responde principalmente a transmisión por su
mordedura; en países donde el control antirrábico es inadecuado, el perro es el
medio de transmisión en 90% o más de los casos, en países desarrollados
representa sólo 5%, en éstos los animales salvajes son los transmisores más
frecuentes. La OMS señala que los países en desarrollo presentan más del 99% de
las muertes por rabia humana y que esta zoonosis no ha sido puesta bajo control
en la mayoría de los países afectados. Cerca de 60,000 personas mueren cada año
por esta infección y el 95% de estas muertes se producen en Asia y en África,
reflejando el escaso acceso a medidas de prevención. A nivel mundial, el 99% de
todos los casos de rabia humana se produce a través de la transmisión por
perros, en los países donde se ha eliminado la rabia canina la transmisión se
produce fundamentalmente por murciélagos. En México, tras diversas estrategias
instrumentadas para lograr el control de la rabia, como fue la primera campaña
de vacunación antirrábica canina masiva en 1968, hoy en día los resultados
obtenidos marcan una caída sin precedentes en la incidencia de casos tanto
humanos como caninos, pasando de registrar 60 casos de rabia por perros en
personas en 1990, a 3 casos en 1999 y cero casos desde el 2006. Por los logros
alcanzados, durante el año de 2019 este país fue reconocido como libre de rabia
humana transmitida por el perro como problema de salud pública ante la
Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud. La
Organización Panamericana de la Salud (OPS), atribuye el éxito señalado a las
campañas masivas de vacunación antirrábica canina y al tratamiento profiláctico
oportuno realizado a personas expuestas.
En ausencia de antecedentes de
exposición o síntomas típicos, el diagnóstico de la rabia por sí solo puede ser
difícil y a menudo poco fiable. Una vez establecida la enfermedad tiene que
tratarse de manera “agresiva”, una de estas maneras es con el llamado:
“Protocolo Milwaukee” en donde el paciente se recupera sin secuela aparente. El
protocolo de Recife, desarrollado en Brasil es otro ejemplo de tratamientos. Es
lamentable el desconocimiento que tiene la comunidad en general y personal
médico sobre el manejo y prevención de la rabia. Durante el período de año 2000
a 2021 se registraron 52 casos de rabia humana en México, de los cuales 48 fueron
por agresiones de animales silvestres (principalmente murciélago y zorrillo)
además de un caso atípico por contacto con bovino, ocurrido en el Estado de
Jalisco en 2009. El tratamiento del cuadro clínico establecido está encaminado
a los cuidados intensivos para apoyo cardiovascular y respiratorio. Hoy sabemos
de los casos registrados en cuatro niños de Oaxaca y la muerte de uno, sin duda
algo que conmociona nuevamente a la salud después del tema del covid o el
Dengue, en lo local. Esperemos no sea por escases de vacuna o falta de prevención
no solo a nivel estado (Oaxaca, Nayarit) sino del país.
Dr.
César Álvarez Pacheco
cesar_ap@hotmail.com
@cesar_alvarezp
Huatabampo,
Sonora
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