La Organización Mundial de la Salud
reconoce que la hipertensión arterial es el principal factor de riesgo para
padecer enfermedades cardiovasculares, que son la primera causa de muerte, y la
Organización Panamericana de la Salud publicó en 2017, que la hipertensión
afectó entre el 20 y el 40% de la población adulta, pero ¿Adolescentes también?
La hipertensión es una enfermedad que
puede provocar cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, insuficiencia renal,
mortalidad y discapacidad prematura. La Asociación Americana del Corazón
informa, en las estadísticas de enfermedades del corazón, que actualmente más
del 15% de los adolescentes tienen presiones arteriales anormales, mostrando
que son significativamente altas. El primer nivel de atención, debe primero,
identificar y después enfrentar este problema de salud y sus consecuencias a
partir de la identificación y la atención integral de los factores de riesgo
que afectan el estado de salud de las personas, las familias, los colectivos y
las comunidades para contribuir a que se eleven los indicadores de desarrollo
del país. En los últimos años se aprecia un aumento de los casos de
hipertensión arterial en los adolescentes. Esta enfermedad tiene un origen
multifactorial: biológicos, comportamentales (hábitos de alimentación que
generan la obesidad, consumo de tabaco y alcohol, ausencia de la práctica de
ejercicio físico) y psicológicos (estrés, emociones negativas, ansiedad o
depresión), por lo que debe ser atendida con prioridad y con un enfoque
integral para minimizar, atenuar o eliminar los factores de riesgos que la
provocan. Es un enemigo silente y mortal para cualquier sistema de salud en el
mundo, por lo tanto, se impone enfrentar este desafío y actuar desde las raíces
del problema: las edades tempranas de la vida. La hipertensión arterial en la
adolescencia es una enfermedad que ha aumentado su prevalencia en los últimos
años, pero aún no está bien establecida por varias razones, como la escasa
percepción de riesgo por parte de algunos profesionales y del sistema de salud,
tampoco tienen claridad sobre la edad en que debe comenzarse a tomar la tensión
arterial. En México se informó una prevalencia de hipertensión arterial
sistémica en niños en edad escolar de un 1%, con un incremento en los
adolescentes de hasta un 5,5% para el género masculino y de un 6,4% para el
femenino. Otros estudios señalan que la tensión arterial aumenta
progresivamente en relación con el crecimiento y difiere según el sexo. Entre
los 13 y los 18 años este parámetro presenta un incremento en sus valores y es
más evidente en el sexo masculino que en el femenino como consecuencia del
desarrollo puberal más tardío y de su mayor masa corporal. La hipertensión
arterial tiene como factor de riesgo muy importante la obesidad, por lo tanto los
adolescentes que presenten alguna alteración en el estado nutricional, tanto
sobrepeso como obesidad, tienen mayor riesgo de presentar hipertensión
arterial; identificar estas alteraciones en edades tempranas tendría gran
impacto en el manejo y la prevención de estas enfermedades. Es lógico postular
que entre los niños que hoy presenten valores elevados de tensión arterial
además de exceso de peso un grupo se podría transformar en hipertensos a
futuro. La obesidad tiene un fuerte vínculo con los estilos de vida; la
infancia y la adolescencia son claves para realizar intervenciones con el
objetivo de generar hábitos saludables.
Los cambios ocurridos en gran parte del
mundo debido al desarrollo tecnológico conllevan cambios socio-culturales
propios de la vida moderna que implican modificaciones en los hábitos
alimenticios y de actividad física, con incremento del consumo de grasas
saturadas y alimentos ricos en sodio, junto a la reducción de la práctica de
actividad física, hechos que propician una mayor frecuencia de niños y
adolescentes con sobrepeso y obesidad, unido al incremento en los niveles de
presión arterial. La adolescencia es un período de la vida muy vulnerable en lo
que respecta a la creación y a la consolidación de hábitos porque se deja de ser
niño pero sin ser aún adulto. A esta edad los desayunos o comidas, muchas veces
son fuera de la casa y la selección de los alimentos es realizada por los
propios adolescentes, de manera que si no existen hábitos alimentarios
arraigados se incrementa el consumo de comidas de fácil acceso como pizzas,
panes, embutidos y refrescos. También es alarmante que aproximadamente la
cuarta parte de los adolescentes agregan sal y grasa a los alimentos
previamente cocinados (el exceso de sal en la dieta es uno de los principales
factores de riesgo de la hipertensión). La actividad física y la realización de
ejercicio físico, junto a los hábitos alimentarios adecuados, son de gran importancia
para prevenir la obesidad y la hipertensión en los jóvenes y prevenir así, enfermedades
en su vida adulta.
Dr. César Álvarez
Pacheco
cesar_ap@hotmail.com
@cesar_alvarezp
Huatabampo,
Sonora.
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