En julio de 2019
se presentó en la sesión de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión la
iniciativa con Proyecto de Decreto por el que se reforman, adicionan y derogan
diversas disposiciones de la Ley General de Salud, de la Ley de Coordinación
Fiscal y de la Ley de los Institutos Nacionales de Salud, en materia de acceso
a los servicios de salud y medicamentos asociados para las personas que no
poseen seguridad social. Es decir, un nuevo modelo de salud para nuestro país.
Pero ¿en qué consiste?
Dicha iniciativa incluye numerosas
modificaciones a la Ley General de Salud en artículos relacionados
principalmente con la prestación de servicios de salud, la protección social en
salud y el control sanitario de medicamentos. Y es que tanto pacientes como
trabajadores, aún continuamos con la incertidumbre de cómo funcionará este
modelo y que tanto tardará para evolucionar y adaptarse a la situación actual. Seguro
Popular tardó alrededor de 15 años para adaptarse y asentar bases para una
adecuada operatividad, ¿en verdad creen que esto funcionará de aquí a
Diciembre? ¡Ni en Dinamarca! La importancia de esta iniciativa para el Sistema
Nacional de Salud y sus consecuencias exige un fundamento sólido de sus
propuestas a partir de la identificación de los problemas de salud y de acceso
a los servicios que enfrenta la población sin seguridad social. Dicho
fundamento es prioritario, principalmente ante la carencia, en el momento de
publicación de la iniciativa, del Programa Sectorial de Salud 2019-2024 como
referente para su desarrollo y, en consecuencia, de las leyes secundarias
necesarias para la implementación y operatividad del decreto propuesto. La
limitación del referente conceptual y contextual es probablemente el origen de
rubros relevantes que se aprecian poco desarrollados en la iniciativa.
Asimismo, sustenta la necesidad de la reforma al señalar que en México la mitad
de la población carece de acceso a los servicios de seguridad social. No
obstante, no se hace referencia a la característica central del sistema de
salud mexicano, que es la fragmentación por condición laboral, ni a los
resultados de los esfuerzos para incrementar la cobertura. La población
empleada en el sector formal de la economía tiene acceso a los diversos
esquemas de la seguridad social, que en su conjunto dan cobertura a 38% de la
población del país. Por su parte, la población ocupada en el sector informal o
desempleada cuenta con dos esquemas financiados por el gobierno (el SP, que en
2018 afiliaba a 53.5 millones de personas3 y el Programa IMSS-Bienestar
[anteriormente IMSS-Prospera], que afiliaba a 12.3 millones en ese mismo año),
por lo tanto, es posible que exista población adscrita a ambos esquemas.
Adicionalmente, la alta tasa de informalidad laboral (57.7% en 2019, con pocos
cambios durante la última década) junto con la alta rotación de los
trabajadores entre los dos sectores de la economía se traducen en alta
movilidad de la población entre los distintos esquemas de atención a la salud.
Esta situación, aunada a distintas formas y niveles de financiamiento, reglas
de operación de los fondos y de cartera de servicios, plantea retos importantes
para que el Estado pueda regular y establecer mecanismos para seguimiento y
transparencia en el uso de recursos y, por lo tanto, garantizar el derecho a la
atención de la salud y la equidad en el acceso. La iniciativa propone “crear un
sistema de acceso universal y gratuito a los servicios de salud y medicamentos
para la población que carece de seguridad social”. Se señala que el Insabi
cubrirá, como mínimo, “los servicios de consulta externa en el primer nivel de
atención, así como de consulta externa y hospitalización para las
especialidades básicas de medicina interna, cirugía general, ginecoobstetricia,
pediatría y geriatría, en el segundo nivel de atención, así como a los
medicamentos del Compendio Nacional de Insumos para la Salud”. Esto significa
que bajo el nuevo esquema estarán garantizados por ley todos los servicios de
primer y segundo nivel, objetivo ambicioso y deseable; sin embargo,
potencialmente muy costoso.
Durante los últimos 15 años, los Servicios
Estatales de Salud han tenido un papel importante en la prestación de servicios.
Si bien existe evidencia que sugiere que la satisfacción de los usuarios no es
óptima, así como la preferencia creciente de los pacientes por usar servicios
privados en consultorios adyacentes a farmacias, son actores fundamentales en
la reforma propuesta, por lo que es relevante que su función y los mecanismos
para garantizarla se establezcan explícitamente. Todo eso se propuso en aquel
entonces…No funcionó. Estamos por experimentar otro esquema re direccionado a
un rumbo no muy bien definido. Veremos que sucede.
Dr.
César Álvarez Pacheco
cesar_ap@hotmail.com
@cesar_alvarezp
Huatabampo,
Sonora.
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