La modalidad de trabajo
en casa o el homeoffice, actualmente
se define como la actividad laboral que se desarrolla total o parcialmente
fuera de las instalaciones de la empresa y con el uso de tecnologías de la
información y de la comunicación, se convirtió en una modalidad por primera vez
en la década de 1970. Es una opción que incluye una extensa variedad de
posibilidades y que recientemente ha cobrado especial relevancia debido a la
pandemia por la enfermedad del COVID-19, pero también incluye riesgos para la
salud del trabajador entre las cuales destacan el aislamiento personal y
social, fatiga, condiciones medioambientales y ergonómicas.
Etimológicamente, la
palabra ergonomía viene de la palabra griega “ergon” qué significa trabajo y de
“nomos” ley. La Asociación Internacional de Ergonomía define la ergonomía como
la disciplina científica relacionada con la comprensión de las interacciones
entre los seres humanos y los elementos de un sistema, además de ser la
profesión que aplica teoría, datos y métodos de diseño para optimizar el
bienestar humano. Son varios los objetivos de la ergonomía en los cuales se
pueden mencionar: reducción del ausentismo, reducción de esfuerzos innecesarios
generadores de fatiga, al igual que el mejoramiento de la productividad, las
condiciones y la calidad de vida en el trabajo. Hay muchas razones por las
cuales las personas aspiran trabajar desde casa al menos algunos días por
semana. Pero esta vez no es cuestión de
elección; para muchos trabajadores el coronavirus impuso el home office, de
forma obligatoria. De alguna manera se ha puesto en práctica un experimento de escala
mundial, el mayor beneficio es la forma en la que este promueve el aislamiento
social y el control del virus. Pero no es un experimento como todos hubiéramos
deseado diseñar, la dificultad se basa en las condiciones en que se encuentra
cada trabajador. Sumado a esto, las personas deben garantizar la suficiente
cobertura de Internet para llevar a cabo sus labores, habilitar espacios de la
casa para ubicar su computadora, materiales y de ser posible adquirir equipos y
mobiliario. Esto ha sido una opción novedosa para las grandes y pequeñas
empresas sin embargo con el pasar del tiempo se ha visto un aumento del número
de consultas médicas e incapacidades por enfermedades relacionadas directamente
por el home office. Actualmente se cuenta con una guía realizada por diferentes
instituciones públicas ante el COVID-19, esta se realizó debido a la gran
cantidad de personas que se vieron obligadas a trabajar desde sus casas de una
forma abrupta, lo que generó que la mayoría no tuviera un lugar adecuado y con
todas las medidas necesarias para realizar un trabajo eficaz. Al implementar
esta modalidad de forma abrupta se han evidenciado múltiples repercusiones
tales como, la alteración del ciclo del sueño, aumento de peso, trastornos
digestivos, dolores musculares, alteraciones en la circulación, entre otras. Se
han presentado consecuencias en el área psicosocial, ya que, a pesar de que el home
office provee una mayor flexibilidad de horario también hace que resulte difícil
limitarlo a las horas laborales estipuladas, causando efectos negativos en la
salud mental. También se puede ver alterado el balance entre la vida personal y
la profesional, no existiendo fronteras entre estos dos ámbitos causando repercusiones
intrafamiliares. Principalmente se ha visto un incremento en patologías
relacionadas a mala ergonomía como lo son ojo seco, salud visual, lumbalgia y
síndrome de burnout (agotamiento y apatía).
Algunos factores de
riesgo relacionados al dolor lumbar son la obesidad, la edad, el género
femenino, sedentarismo, ansiedad y depresión. Sus causas pueden ser no
mecánicas o mecánicas, dentro de estas están las relacionadas al ambiente
laboral que generalmente son producidas por labores pesados, movimientos
repetitivos o que involucren largas horas en una misma posición. El
Tecnoestrés, es un estado psicológico negativo que se relaciona con la
utilización de las tecnologías de la información y la comunicación, viene
condicionado por un desajuste entre las demandas y los recursos brindados, lo
que provoca un alto nivel de activación psicofisiológica, malestar y el
desarrollo de actitudes negativas hacia la tecnología. Existen distintos tipos
de tecnoestrés, como: Tecnoansiedades el tipo más habitual, la persona que lo
padece suele experimentar niveles altos de activación, produciendo tensión y
malestar; Tecnofobias, la ansiedad ante la presencia de tecnología provocando
pensamientos hostiles y agresivos hacia ésta; Tecnofatiga se manifiesta como
fatiga, cansancio mental y agotamiento cognitivo; Tecnoadicción es el deseo
incontrolable de estar conectado a todas horas. La realidad actual de esta
modalidad de trabajo hace que sea necesario cumplir con recomendaciones e
implementar un protocolo adaptado hacia las necesidades de cada uno de sus trabajadores
y así, al mismo tiempo evitar las repercusiones mencionadas.
Dr. César Álvarez Pacheco
cesar_ap@hotmail.com
@cesar_alvarezp
Huatabampo, Sonora.
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