La hipoacusia es la
pérdida parcial de la capacidad auditiva; esta pérdida puede ser de más de 40
decibeles en adelante. Las personas con hipoacusia emplean auxiliares auditivos
para recuperar limitadamente su capacidad receptora de ondas sonoras. Su umbral
auditivo, por lo tanto, se determina según el estímulo menos intenso que el
individuo es capaz de captar.
Durante el segundo
episodio de la controversial serie de la vida de Luis Miguel, pudimos observar
como el actor interpreta a un “paciente” con un daño auditivo considerable
provocado por una falla en un auricular, lo real es que el daño ya estaba ahí,
provocado por un trauma acústico crónico o bien por escuchar música en un
volumen extremadamente alto. La referencia más antigua sobre el efecto del
ruido en la audición, es una observación registrada en el siglo I por Plinio en
su “Historia natural”, cuando menciona que la gente que vivía cerca de las
cataratas del Nilo “quedaba sorda”. A finales del siglo XIX, con el advenimiento
de la máquina de vapor y la iniciación de la era industrial, aparece el ruido
como un importante problema de salud pública. En esta etapa comienza a
documentarse la sordera de los trabajadores expuestos, como los forjadores y
los soldadores. El ruido produce efectos negativos sobre el ser humano y su
entorno. Actualmente se conoce que debido a los altos niveles de ruidos el 75 %
de los habitantes en las ciudades industrializadas padecen algún tipo de
deficiencia auditiva, sin embargo, no se toma conciencia de este problema. La
hipoacusia inducida por ruido es un problema de salud que se incrementa,
conjuntamente con el avance de la civilización. La exposición a ruidos de alta
intensidad, origina trastornos como la incapacidad para la comunicación
personal, reduce la calidad de vida del ser humano y su socialización, fenómeno
este conocido como socioacusia. Las hipoacusias son un importante problema de
salud en niños por las repercusiones que tienen sobre el desarrollo cognitivo,
la atención, la memoria, la estructuración de la inteligencia y las habilidades
sociales. En la edad adulta, el paciente con problemas de audición, puede
sentirse rechazado socialmente. Se calcula que cerca del 10 % de la población
adulta muestra algún grado de sordera, y un 33 % de personas mayores de 65
años, a nivel mundial, tienen hipoacusia de magnitud suficiente como para necesitar
una prótesis auditiva. El primer síntoma del paciente expuesto a un ruido
fuerte es la aparición de un zumbido, tal y como se muestra en la serie, el
paciente escucha un zumbido en sus oídos incluso al estar durmiendo. El zumbido
de frecuencia aguda es el signo inequívoco de que algunas células empezaron a
dañarse. Como habitualmente este zumbido desaparece horas o días después, se le
resta importancia y el paciente no consulta tempranamente. Sin embargo, es una
señal de alerta. Cuando el paciente llega al consultorio con un zumbido
permanente, el daño ya es irreversible. En esa etapa ya se está en presencia de
un problema serio que limita la calidad de vida del paciente.
El impacto del ruido
sobre la salud es una realidad evidente que ha rebasado el contexto industrial,
para convertirse en un importante problema social. La sociedad moderna,
sustentada en el empleo de la tecnología, fomenta el uso de maquinarias y
dispositivos generadores de ruido; los niños y jóvenes están expuestos desde
más temprano que nunca a su influencia. Se ha pronosticado que una cuarta parte
de las personas de entre 20 y 69 años sufrían algún déficit auditivo inducido
por ruido; por lo que se establece en la actualidad como una de las
enfermedades irreversibles más frecuente entre los jóvenes. En el caso de los
reproductores de música (celulares, MP3, etc.), la descarga de decibeles llega
a los 130 dB, contra el tope de los 50 dB recomendados. Una hora de exposición
a sonidos a alta intensidad (105 decibeles o más) al día, degenera
progresivamente las células del oído por lo que se recomiendan no exponerse más
de 60 minutos al día a cualquier fuente de sonido, sea teléfono o audífono,
escuchar aparatos reproductores de sonido con una intensidad no mayor de 60% de
su capacidad de salida y evitar los audífonos que se introducen en el oído. Son
mejores los que recubren la oreja con una almohadilla, ya que aíslan el ruido externo
y disminuyen la necesidad de aumentar el volumen para escuchar la música. Los
niveles de presión sonora promedio de las discotecas superan, en todos los
casos los 100 dB. Aproximadamente 60 % de las discotecas alcanzan el umbral de
dolor llegando a 110 dB. Después de haber estado expuestos a altos niveles
sonoros, el 45 % de los adolescentes presentan zumbidos. En la actualidad cada
vez es más común que las personas presenten problemas de audición a una menor
edad, debido a la mayor cantidad de sonidos fuertes y uso prolongado de
audífonos a los que nos estamos exponiendo, superando los límites
recomendables.
Dr. César Álvarez Pacheco
cesar_ap@hotmail.com
@cesar_alvarezp
Huatabampo, Sonora.
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