La construcción del
conocimiento sobre las causas de las enfermedades está estrechamente vinculada
con el contexto social, económico y político en el que se gesta, y muy influida
por el grado de desarrollo tecnológico alcanzado en cada época. Ya las
enfermedades no son atribuidas a maldiciones o brujerías como en la antigüedad,
¿o sí?
En las etapas más
primitivas, las interpretaciones sobre el origen de las enfermedades se basaron
en la concepción mágico religiosa y se asumieron como castigos de los dioses o
artificios mágicos atestados por los espíritus malignos que asediaban a las
comunidades tribales. Las enfermedades transmitidas por vector (dengue,
paludismo, etc.) infundieron temor y armaron a los espíritus con el poder de infligir
castigos divinos y fiebres malignas que consumían al individuo en pocos días.
En la cultura maya, el origen de la fiebre amarilla se ubicaba en la mansión de
la muerte y el inframundo del Xibalbá,
y con la mención del xekik, o vómito
de sangre, en los Chilam Balam de Chumayel, Tizimin y Kaua describían la
cronología de las epidemias antes de la llegada de los españoles. El swahili origina el término de dengue a
partir del ki denga pepo, que
describe una convulsión repentina y calambres atestados por un espíritu
maligno. Ese miedo al contagio letal promovió la elaboración de los primeros
modelos causales, ejemplificada con la clásica obra de Hipócrates sobre las
aguas, los aires y los lugares, en la cual se especulaba acerca de las
enfermedades y su relación con el entorno físico. Durante mucho tiempo, la
génesis de las ideas y el conocimiento estuvo dominada por el imperio de las
creencias y los dogmas religiosos. La teoría de los humores y el miasma
compitió con las nociones supranaturales de castigo inflingidos por los
espíritus y los dioses. Con el tiempo, las causas se interpretaron como
emanaciones pestilentes emitidas por la “constitución epidémica” de la
atmósfera o la putrefacción de los productos animales y vegetales que se iban
aglomerando en los nacientes puertos comerciales. Y es que no me puedo ni
imaginar las medidas sanitarias de la época, si con la contemporánea no tenemos
plantas tratadoras de aguas residuales, drenajes colapsados en algunas ciudades
y un servicio deficiente de recolección de basura que definitivamente generan
un problema de salud pública y una oportunidad para el desarrollo de políticas
que permitan mitigar estos problemas o resolver algunos que tienes un coste
social elevado para la mayoría de los ciudadanos que son afectados por estas
causas, sin embargo pareciera broma que cuando uno cree que un diputado sube a
tribuna para promover o discutir algo coherente mencione cosas irrelevantes
como las cabalgatas o confundir terminología inapropiada por no asesorarse
adecuadamente. Con todo esto es difícil que la población evolucione para el
control de enfermedades transmitidas por vector tales como el Dengue, Zika,
Chicungunya, Ricketssiosis, entre otras.
Pocos eventos
sanitarios coexisten en la historia de las civilizaciones como las enfermedades
transmitidas por vector. El interés científico por describir su historia
natural, descifrar sus enigmáticos mecanismos de transmisión, identificar sus
determinantes sociales económicos y ambientales, y modificar su larga
coexistencia con las poblaciones humanas influyó en la génesis del conocimiento
médico y fueron esenciales en la formulación de los fundamentos teóricos y
conceptuales de la salud pública. Este cuerpo de conocimientos contribuyó al
nacimiento y el progreso de varias disciplinas médicas, instituciones
académicas y organismos internacionales dedicados a la formación de recursos
humanos, la investigación y la prestación de servicios de salud, reconocidos
como las bases de producción y reproducción de todo campo intelectual. Esperemos
que con este conocimiento sigamos desarrollando métodos y estrategias de
contención en beneficio de la población.
Dr. César Álvarez Pacheco
cesar_ap@hotmail.com
@cesar_alvarezp
Huatabampo, Sonora.
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