La salud pública en México y el mundo enfrenta un reto histórico. El Covid-19 representa un riesgo enorme para la población que evidencia las carencias del sistema social y de salud. Esta crisis, además, ha llevado a cuestionar la definición de prioridades sanitarias y de investigación. Aunque alguien tenga otros datos.
La magnitud del
problema y la radicalidad de las soluciones han generado un gran debate
público, cuestionamientos y posiciones críticas. Celebramos la participación
social, particularmente aquella que ha establecido propuestas que contribuyen
genuinamente y sin intereses ajenos a la salud pública a alimentar el diseño de
las acciones para responder exitosamente a la pandemia. Todo el personal de
salud, independientemente de su afiliación política, comparte el mismo
compromiso: proteger la salud. Se desconoce cómo se comportará la epidemia,
cuál será́ la eficacia de las medidas de control y cómo mitigar sus efectos
directos e indirectos. Ante esta incertidumbre, se debe mantener el curso que
históricamente ha mostrado ser más efectivo: basar las decisiones en la mejor
evidencia científica disponible, adaptándonos rápidamente a la realidad y a la
nueva evidencia y evitando que las decisiones respondan al pánico o a la presión
política. Cuando de recursos se trata, Los
países de ingresos medios y bajos suelen voltear hacia los países de ingresos
altos para encontrar respuestas a sus problemas. Ocasionalmente las respuestas
son útiles. Sin embargo, en una pandemia las propuestas y soluciones de los
países de ingresos altos no necesariamente podrán transferirse a contextos
con menor riqueza o infraestructura. Un ejemplo claro es el confinamiento;
mientras que en los países de altos ingresos un porcentaje elevado de personas
puede realizar actividades económicas con trabajo a distancia, en México el
alto porcentaje de personas con empleos precarios dificulta la implementación
de esta medida. En México, la vigilancia epidemiológica de Covid-19 está
basada en dos sistemas: vigilancia hospitalaria y vigilancia centinela. La
vigilancia hospitalaria proporciona información de las personas graves, monitoreando
su desenlace y facilitando el análisis de utilización de los servicios de
salud. El sistema de vigilancia centinela permite ver un poco más allá,
aproximando la prevalencia de Covid-19 en los casos leves que acuden a las
unidades monitoras de enfermedad respiratoria. El sistema centinela, anidado en
clínicas, no está diseñado para captar personas asintomáticas o que no
buscan atención médica, que para muchas enfermedades pueden ser poco
informativas, pero que para Covid-19 son relevantes. Mientras no exista una vacuna
para Covid-19 las actividades diarias tendrán que incluir un cálculo extra:
reducir la probabilidad de contagio. La salud pública cuenta con herramientas
teóricas que pueden ser de gran utilidad en este contexto que se deben
aprovechar para desarrollar nuevas ideas. Un principio general que no se debe
perder de vista es que las intervenciones estructurales que se integran a la
vida diaria y son de alcance poblacional, suelen ser más equitativas y
eficaces que los enfoques exclusivamente individuales. Enfrentamos la peor
crisis de salud pública de los últimos 100 años. El miedo y la incertidumbre
inundan los medios de comunicación masiva y la discusión en redes sociales,
al tiempo que la lucha política, enrarece el ambiente social.
Covid-19
es un problema global, es un problema nacional y es un problema de todas las
familias y todas las personas, que requiere de una respuesta unida y solidaria.
La salud pública es inherentemente política. Se necesita analizar el
desempeño de nuestras instituciones, identificar sus debilidades, atender sus
fallas y generar marcos legales y normativos que aseguren su buen
funcionamiento, independientemente de intereses políticos o personales. Esa es
la única forma de asegurar un avance progresivo hacia un mejor sistema de
salud. Sin autocrítica y sin un análisis estructural y sistémico estaremos condenados
a reescribir estas mismas líneas dentro de unos años, cuando nos sorprenda
una nueva crisis sanitaria. Esta pandemia sin duda marcará un hito para la
reflexión de la salud pública, de su papel y de la clara necesidad de que exista
un mayor activismo a favor de fortalecer los sistemas de salud pública.
Viviremos meses muy amargos, en los que a los graves daños a la salud y la
sobrecarga del sistema de salud se agregarán problemas sociales y económicos
dolorosos. Al tiempo que atendemos estos temas urgentes, debemos empezar a
trabajar en nuestro siguiente reto: ¿qué necesitamos para enfrentar mejor la
segunda ola?
Dr.
César Álvarez Pacheco
cesar_ap@hotmail.com
@cesar_alvarezp
Huatabampo,
Sonora.
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