lunes, 25 de marzo de 2019

Los antivacunas.


Las vacunas son una de las historias de éxito más grandes en salud pública. Su uso rutinario en todo el mundo ha erradicado la viruela, casi terminado con la poliomielitis y reducido los brotes de sarampión, tosferina y otras enfermedades a mínimos históricos. Además, las vacunas son nuestra mejor defensa contra enfermedades infecciosas, especialmente en las regiones endémicas. En los pacientes con inmunodeficiencias, las vacunas podrían desempeñar un papel importante en la prevención de infecciones causadas por enfermedades prevenibles por vacunación. Sin embargo, la decisión de inmunizar o no a dichos pacientes ha causado controversa por conspiranoicos que dicen que causan daño y no su verdadero propósito: protegernos de enfermedades.

Desde la Organización Panamericana de la Salud (OPS) se emitió una alerta porque 11 países de la región han registrado casos de sarampión. En 2016 la OPS había declarado libre de sarampión a la región. Es decir, si está presente en otros sectores del mundo, el virus se importa. Pero Estados Unidos no es el único país que se enfrenta a quienes se oponen a las vacunas: a pesar de que existe una vacuna ampliamente disponible, el sarampión provocó 110,000 muertes en todo el mundo en 2017, principalmente, de niños de menos de cinco años. En todo el mundo, partidos de derecha difunden propaganda antivacunas, y ciertos grupos religiosos, junto con sistemas inadecuados de atención a la salud, no hacen más que complicar el problema. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha dicho que la reticencia a la vacunación es una de las mayores amenazas para la salud en 2019. La propagación de las ideas antivacunas están teniendo consecuencias evidentes en la población mundial. El brote de sarampión -un virus que se daba por dominado y casi enterrado hace algunos años- ha cobrado 37 víctimas en Europa y en Latinoamérica ya está presente en 11 países. Los especialistas señalan que urge una campaña que ayude a desmitificar rumores como que, por ejemplo, las vacunas provocan autismo. El levantamiento de movimientos de este tipo, que dicen oponerse a la cosmovisión que impone a la medicina tradicional como la única alternativa de salud, ha dado pie a la propagación de enfermedades que se creían enterradas. En un estudio publicado en 2016 por la revista EBioMedicine se reveló que 41 por ciento de los encuestados franceses no pensaban que las vacunas fueran seguras, un índice mucho más alto que el promedio mundial de tan solo 12 por ciento. Sin embargo, los políticos reaccionarios han explotado la propaganda antivacunas. “Sabemos muy poco sobre las consecuencias a largo plazo de las vacunaciones múltiples, que llenan los bolsillos de los laboratorios médicos”, tuiteó en 2017 Marine Le Pen, líder del partido Agrupación Nacional. En Estados Unidos, los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) emitieron en 2018 una Alerta de Nivel 1, en la que advertían a los viajeros estadounidenses que debían asegurarse de estar vacunados contra el sarampión antes de viajar a Francia.

La vacunas no solo son para la edad escolar en los niños, también hay vacunas que se deben administrar en la edad adulta para proteger al individuo de ciertas enfermedades infecciosas que pueden poner en riesgo su vida. Existen además algunas condiciones especiales que hacen a la persona más o menos susceptible de contraer ciertas enfermedades infecciosas; tales condiciones incluyen el embarazo, ser trabajadores de la salud, los estados de inmunidad deprimida, como la infección por el virus de inmunodeficiencia humana y el cáncer. Otra condición que hace a la persona más susceptible es viajar a lugares inhóspitos donde el individuo está en mayor riesgo de contraer ciertas enfermedades infecciosas que son endémicas en esos lugares como la selva tropical, las sabanas de África o las regiones rurales y lluviosas del Sureste de Asia. El avance en las comunicaciones y los efectos de la globalización permiten que un individuo se desplace de un lugar a otro en pocas horas y se encuentre prácticamente al otro lado del mundo. El problema de los anti vacunas son ya, un problema de salud pública.

Dr. César Álvarez Pacheco
@cesar_alvarezp
Huatabampo, Sonora.

martes, 19 de marzo de 2019

¿Tomar o no tomar la medicina?


La falta de adhesión del paciente a los medicamentos recetados plantea un reto importante a la comunidad global de la salud, por lo que se ha convertido en un tema de gran interés y objeto de gran cantidad de estudios; es por ello que desde hace varias décadas, se han llevado a cabo múltiples investigaciones e intervenciones, algunas de manera intensiva, para mejorar la adherencia a los medicamentos, las cuales sólo han mostrado resultados modestos y apenas concluyentes. Una posible explicación a esto es que la falta de adherencia es multifactorial. ¿Por qué el paciente no se toma sus medicamentos? ¿Por qué no se siguen las indicaciones?

Según un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la falta de adherencia es un “problema mundial de gran magnitud”, ya que, a pesar de que la medicina ha avanzado de manera sorprendente en las últimas décadas, otorgando cada vez mayor conocimiento de las enfermedades y con ello la existencia de numerosos tratamientos médicos sumamente eficaces, la incidencia y prevalencia de muchos padecimientos continúa siendo alta y su tratamiento muestra una menor efectividad a la esperada, como resultado de que las tasas de adherencia a la medicación continúan siendo bajas, y no se han observado cambios significativos a través del tiempo. Gracias a los avances en el campo de la medicina en los últimos años, se han logrado crear medicamentos altamente efectivos y de fácil administración para atacar las enfermedades con mayor prevalencia y las que presentan un mayor índice de morbimortalidad como es la hipertensión; de forma paradójica, estos avances en herramientas diagnósticas y a nivel farmacológico han logrado controlar las cifras de presión arterial en los pacientes hipertensos, pero no han logrado reducir exitosamente la mortalidad cardiovascular siendo la baja adherencia y/o la falta de persistencia al tratamiento prescrito uno de los principales factores que contribuyen a la falta de control de la enfermedad, es decir: ¡por que no se toman las medicinas! Situaciones similares ocurren en la mayoría de las enfermedades crónicas, por lo que resulta evidente que mejorar la adherencia puede tener un mayor impacto en la salud de la población que cualquier otra mejora específica en los tratamientos médicos.

Por lo anterior, podemos ver que el incumplimiento del tratamiento es la principal causa de que no se obtengan todos los beneficios que los medicamentos pueden proporcionar a los pacientes, lo que convierte a la adherencia terapéutica en uno de los aspectos fundamentales para el manejo de las enfermedades como la diabetes, hipertensión, dislipidemia y falla cardiaca, así como el resto de las enfermedades crónicas. Resulta sorprendente que, a pesar de que actualmente es sumamente conocida la baja adherencia terapéutica, en la práctica clínica diaria seguimos sin integrar este hecho como la primera causa de fracaso terapéutico, recurriendo frecuentemente a la intensificación de tratamientos o pruebas innecesarias que pueden poner en riesgo al paciente. Se estima que cada cuatro segundos ocurre un evento coronario y cada cinco segundos un evento vascular cerebral en el país, siendo la hipertensión el factor de riesgo más común en estos padecimientos. Lo anterior convierte a la hipertensión arterial en una de las prioridades de salud en la nación, siendo una de las principales acciones para lograr su prevención el fortalecimiento de la adherencia al tratamiento. A pesar de los esfuerzos para lograr este objetivo, se estima que sólo el 60% de los pacientes con padecimientos cardiovasculares se adhieren a su tratamiento. En el caso de la mayoría de las enfermedades crónicas, existe un grupo de factores de riesgo conocidos, prevenibles y modificables, y se requiere que los pacientes entiendan el impacto de dichos factores en su enfermedad, así como la convicción personal de incorporar hábitos permanentes en su nuevo estilo de vida saludable, todo esto traducido en un compromiso responsable con la enfermedad. Dice una frase anónima: “Si la falta de adherencia a la medicación fuera una enfermedad, estaríamos ante una epidemia mundial”. La adhesión al tratamiento es una conducta de salud clave en las personas que padecen enfermedades crónicas, por lo que aumentar la efectividad de las intervenciones de adherencia terapéutica quizá tenga una repercusión mucho mayor sobre la salud de la población que cualquier mejora específica en los tratamientos médicos.
Dr. César Álvarez Pacheco
@cesar_alvarezp
Huatabampo, Sonora.

lunes, 11 de marzo de 2019

Con las mujeres No.


En años recientes, la violencia intrafamiliar ha ganado un mayor reconocimiento en el discurso político como problema de salud pública. Sin embargo, por largo tiempo se ha ocultado debido a que se vive como un problema privado, con frecuencia vergonzante, pero al mismo tiempo como parte de la “normalidad” de las relaciones conyugales. El supuesto de partida es que esta visión, según la cual la violencia de pareja es algo difícil de aceptar pero “normal”, es compartida por la mayor parte de los servidores públicos encargados de dar atención al problema. Esto resulta ser un círculo vicioso de ocultamiento-normalización y reproducción de la cultura que da sustento a la violencia que es probablemente, una de las principales razones por las cuales la violencia de pareja no ha sido percibida ni atendida de manera adecuada en los servicios encargados de dar atención.

Dada su particular ubicación, los prestadores de salud son actores clave en el proceso de prevención, detección, atención y seguimiento de los problemas originados en la violencia intrafamiliar. Empero, este sector no ha respondido de manera efectiva, como se informa también en otras partes del mundo. En un estudio entre médicos de primer nivel de atención en Estados Unidos, se encontraron, como barreras para una adecuada atención a la violencia, la identificación cercana con las pacientes, el miedo a ofender, la falta de entrenamiento y la falta de tiempo, que bien aplicarían en nuestro país también. Otros estudios han mostrado que, dado que el personal de salud es producto de la misma tradición cultural, no necesariamente juzga de manera negativa las actitudes que dan soporte al abuso contra la mujer. La actitud de los profesionales de la salud hacia la violencia puede ser potencialmente perjudicial, y esto se ha observado en mujeres que señalan haber sido doblemente victimizadas: por parte del abusador, y también por parte del personal de salud que las responsabiliza del maltrato sufrido. Los factores que contribuyen a generar esta dificultad de percepción y atención de la violencia son de diversa índole y abarcan varios niveles. Entre los primeros, se ubican los factores de tipo personal que se ponen en juego en la interacción entre los agentes involucrados, que en este caso son el personal de los servicios y las usuarias de los mismos. Entre los factores macrosociales, los más prominentes son los aspectos culturales y sociales derivados del sistema de sexo-género dominante y de las representaciones sociales a él vinculadas, se ha llamado la atención sobre el hecho de que los profesionales de salud son, ante todo, personas y que como tales, comparten los mismo valores culturales y a veces viven los mismos niveles de violencia que aquellas pacientes a quienes deben tratar y dar apoyo, y finalmente, los factores de tipo político e institucional relacionados con la manera en que el problema es definido en el espacio público y tratado en el proceso del diseño de programas y políticas.

La investigación acerca de la violencia en contra de la mujer en México es muy reciente. Sus inicios se remontan a principios de la década de los noventa, cuando se realizaron los primeros estudios de prevalencia, sobre todo de violencia de pareja. Pese a que existen más estudios sobre la violencia contra la mujer en la relación de pareja, en México también se han realizado investigaciones que documentan la prevalencia, características e impactos de otras expresiones de la violencia en contra las mujeres, entre las que destacan la violación, el abuso sexual en la infancia y el maltrato infantil. Asimismo, los esfuerzos deben estar dirigidos a transformar elementos que, dentro y fuera de las instituciones de salud, evitan que el problema de la violencia de pareja pueda ser afrontado de forma adecuada. Las estrategias de intervención para involucrar más al sector salud y a otros en este problema deben tener en cuenta a este grupo en particular, que al detentar posiciones de poder desalienta a los prestadores más dispuestos a atender los casos de violencia de manera eficaz. Es decir, para atacar al mismo tiempo tanto la negación de unos como la impotencia de otros frente a la violencia, es clave no sólo intervenir en el imaginario de los cuadros directivos, sino también fomentar el diálogo entre profesionales de distinta formación al interior de las unidades de atención, y crear canales de cooperación intersectorial que alienten y permitan dar cauce a la buena disposición de muchos prestadores, sin dejar de tener una política integral de capacitación y difusión de la normatividad oficial dirigida a todo el personal de salud. Por suerte, los refugios para mujeres maltratadas continuarán, pero con el reforzamiento de la rectoría del Estado, sostuvo el presidente Obrador y que no se iba a dejar sin protección; bien. 

Dr. César Álvarez Pacheco
@cesar_alvarezp
Huatabampo, Sonora.

lunes, 4 de marzo de 2019

Sí es Seguro y Sí es Popular.


Como programa social del primer gobierno de cambio, el Seguro Popular fue aprobado en septiembre de 2004 para formar parte de la Ley General de Salud. Desde el principio fue claro que lejos de cumplir la agenda integral que se aguardaba de la primera administración post-priísta en 71 años, la iniciativa foxista pretendía montar una estrategia emergente de “financiamiento” sobre un sector salud que sobrevivía desde hacia lustros clamando por un ajuste urgente y profundo. Y así ha venido a cambiar de sobre manera, la salud de nuestro país.

Inscrito en un arco de “reformas” que para entonces ya cubría 22 años: de 1982 a 2004, y como ya había acontecido previamente con la descentralización de los ochentas de Guillermo Soberón y luego con la reforma Zedillo al IMSS, el Seguro Popular de Frenk se perfiló inmediatamente como el último eslabón de parches impuestos sobre la realidad sectorial. Un parche más que, como los que lo antecedieron, mostraba las desmesuradas prisas de Fox y Frenk para labrarle una marca propia a un tramo más de ese arco de reformas. La Secretaría de Salud a nivel federal, “compra” servicios a cada uno de los estados, los cuales reciben pagos por captación. Por su parte, los sistemas estatales de salud (SESAS) transfieren estos recursos a sus unidades por servicio prestado o por presupuesto. Esta situación complica un poco la administración, ya que resultó que se había creado una administración paralela, al nivel de las jefaturas estatales para inscripción, seguimiento y administración del Seguro Popular. Todo lo anterior fue en función de la disponibilidad presupuestal de la Federación, por supuesto. Casi al concluir el sexenio calderonista, las “alianzas” preventivas fueron materializadas y completadas en los siguientes términos por el secretario Chertorivski: “El Sistema de Salud tiene que virar de manera enérgica de lo curativo a lo preventivo. El principal problema que debemos combatir es el de las enfermedades crónicas no transmisibles, causantes de dos tercios de las muertes, a pesar de que 80 por ciento era evitable. Ante este panorama es fundamental reforzar la prevención, porque la mayoría de los padecimientos se pueden reducir o evitar con sólo modificar hábitos de vida.” En ese sentido se mostraba la escencia de lo que era el Seguro Popular, es decir, salía mas barato prevenir, que curar.

El presidente López Obrador señaló, durante su campaña que cumpliria el compromiso que hizo, de que la atención médica y los medicamentos van a ser gratuitos, brindándoles a los mexicanos sin posibilidad de atenderse, el derecho a la salud. También señaló en varias ocasiones que el Seguro Popular ya no se llamaría así, “ya que ni es seguro ni es popular”. Sin embargo este programa, no podría desaparecer de la noche a la mañana ya que son 54 millones de mexicanos que reciben atención con respecto a las mil 807 enfermedades registradas en el cuadro básico, más las 65 consideradas como catastróficas. En su discurso ya como presidente, menciona que busca la federalización de los sistemas locales de salud. Hasta hoy el plan es crear un nuevo Sistema de Salud Pública, donde integra a los estados del sureste del país: Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo. Proyecta que cada seis meses se incorporen ocho estados, hasta terminar en dos años de establecer el nuevo Sistema de Salud Pública. Angélica Ivonne Cisneros Luján, comisionada del Sistema Nacional de Protección Social en Salud (Seguro Popular), quien, en sus primeras apariciones públicas, aseguraba la muerte de este esquema de financiamiento, esperaba la derogación del 77 BIS para principios de Febrero, sin embargo no sucedió y hoy ya habla mencionando otras medidas respecto a tema de Seguro Popular. Porque la corrupción no se acaba aniquilando programas, sino sancionando a los responsables; la salud siempre será un tema sensible. El día 28 de febrero durante una entrevista con Joaquín Lopez Dóriga, Jorge Alcocer, secretario de Salud, mencionó: “El Seguro Popular requiere una reestructuración y no su desaparición”. A veces es mejor corregir una medida, pensada quizá con la mejor de las intenciones, pero que, en la práctica, podría haber tenido consecuencias para diversos grupos vulnerables. Finalmente no desaparece ya que al parecer, sí es seguro y sí es popular.

Dr. César Álvarez Pacheco
@cesar_alvarezp
Huatabampo, Sonora.