lunes, 25 de junio de 2018

I really do care, don` t u?

Una patología que ha existido desde tiempos remotos en la humanidad es la violencia que sufren las niñas, niños y adolescentes. En 1989, en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, se dio una atención muy especial a este problema y se enfatizó el interés superior por este grupo etario con el objetivo de evitar que se afecten sus integridades física, emocional, educativa y económica, entre otras. Dentro de esta terrible problemática destaca una patología médica, el maltrato infantil, reconocido ampliamente como tal desde mediados del siglo XX, cuyo interés y conocimiento se ha incrementado notablemente en muchos países del mundo, incluyendo a México. En 1999 la Organización Mundial de la Salud la clasificó como un problema de salud pública mundial.
Sabemos que el trauma psicológico temprano se relaciona con la enfermedad mental futura, el abuso de sustancias, el comportamiento antisocial y la salud física deficiente. El trauma agudo arroja al cuerpo al modo de lucha o huida, inundando el cuerpo con adrenalina, cortisol y otras hormonas. Existe evidencia de que el trauma infantil afecta el desarrollo neuronal y el funcionamiento de los genes. Los niños, especialmente los pequeños, confían en sus padres para crear estabilidad en sus vidas, permitiéndoles avanzar hacia el desarrollo emocional e intelectual. Cuando ese marco se rompe, no pueden ver el mundo de manera segura. Pueden tener problemas con la confianza, las relaciones, la toma de decisiones y el control de los impulsos, entre otras cosas. Se sabe que la separación de los padres a temprana edad es un trauma especialmente devastador. El daño del trauma infantil puede ser profundo y duradero. Incluso se puede pasar a la próxima generación. El tratamiento es intensivo en recursos, costoso, arduo y, a menudo, solo modestamente efectivo. Si alguna vez hubo una situación en la que un gramo de prevención podría producir una tonelada de beneficio, es en el área de trauma infantil. Desde una perspectiva médica, la eliminación de niños de sus padres podría estar creando una epidemia de problemas sociales, físicos y psicológicos que nos perseguirán por años. Pero incluso con todo eso reconocido, es desde la perspectiva humana que esto es más impactante. Todos hemos experimentado los gritos existenciales de un niño pequeño que incluso ha perdido momentáneamente a sus padres en un supermercado. Dos tercios de los estadounidenses retroceden ante la política de separar a los niños de sus padres. Y ya sean sus propios hijos o los de otra persona, estos todavía son niños. Como adultos, tenemos el deber de protegerlos.
En Estados Unidos se ha visto que en la última década se han detectado, anualmente, aproximadamente un millón de casos de alguna modalidad de maltrato infantil; de ellos, entre 100,000 y 200,000 son víctimas de una agresión craneal intencional y han fallecido entre 193 y 367 de cada 100,000 menores. En México, aunque no existen cifras precisas, se puede decir que este problema es evidente con base en el número creciente de casos extremos atendidos en diversas instituciones gubernamentales, pero básicamente en centros hospitalarios pediátricos de tercer nivel en las dos últimas décadas. En México, un informe periodístico confiable señaló que la atención inmediata y las consecuencias tardías de los daños generados por el maltrato infantil son aproximadamente de 20 mil millones de pesos anuales para las Instituciones del Gobierno Federal. En el mismo informe se estima que para el año 2050 el gasto ascenderá a 147,839 millones de pesos si no se destinan recursos para mejorar la identificación, atención y prevención de esta patología. La tarea es ardua pero la niñez mexicana merece el esfuerzo y el compromiso de todas las personas que tienen la responsabilidad de que ellos alcancen a plenitud su autonomía, autoestima, creatividad, felicidad, educación, solidaridad y salud. De otra manera, este grupo etario seguirá siendo víctima de todas las adversidades sociales en boga y víctima de la violencia existente en sus diversas modalidades.

Dr. César Álvarez Pacheco
@cesar_alvarezp
Huatabampo, Sonora.

domingo, 17 de junio de 2018

Tercer debate presidencial: La falta de salud.


El martes pasado pudimos observar el tercer y último debate presidencial, en donde se generaron múltiples opiniones. No vamos a comentar quien gana o pierde ya que la mayor participación fue de los moderadores y sinceramente todos los candidatos quedaron mucho a deber, sobre todo en materia de salud. En el tercer y último debate, los bloques temáticos que presentaron fueron: Crecimiento económico, pobreza y desigualdad, educación, ciencia y tecnología, salud, desarrollo sustentable y cambio climático. Analicemos las propuestas en lo que a salud respecta, veamos.
El sistema de salud, con todo y acusaciones de corrupción, así como la prevención de adicciones y enfermedades como la obesidad y diabetes, fueron los temas que abrieron el tercer segmento del debate presidencial.El periodista Leonardo Curzio expuso a los candidatos que a pesar del discurso de los últimos gobiernos sobre una "amplia" cobertura del sector salud, hay 20 millones de personas que no tienen acceso a este sistema, y es que acceso y cobertura no son la misma cosa, pero se ha tergiversado dentro del discurso.  José Antonio Meade, dijo que "uno de los ejes centrales de nuestra propuesta de salud es que cada mexicano vaya a la clínica de su preferencia: IMSS, Seguro Popular o ISSSTE”, y todos, aseguró, estarán 100% equipados. A lo que el candidato López Obrador, menciono que ya contaba con un inventario de hospitales prácticamente vacíos (35). Para asegurar que todos los hospitales cuenten con equipo al 100% como lo asegura Meade, primero deben estar acreditados, para posteriormente evaluarse cada determinado tiempo y así poder ofrecer una cobertura de calidad y contar con un flujo económico administrativo que fluya a una atención oportuna y de calidad y no a otros rubros que nada tienen que ver con salud. Comentario que posteriormente se refirió el candidato independiente, Jaime Rodríguez Calderón el cual planteo "modificar la Constitución y tener acciones de salud pública", dijo que los principales problemas en este rubro es la burocracia: "ponen a políticos a dirigir el sistema de salud, y no a los expertos". ¿Tiene razón? Juzgue usted estimado lector. En cuanto a las acciones de salud pública tiene mucha razón; ¿Cuánto se habrá destinado del ingreso recaudado a las bebidas y alimentos con alto contenido calórico? Al momento ni la cámara de diputados, ni el senado ni nadie ha realizado un informe al respecto, y tampoco se “siente” que el sistema tenga alguna mejoría posterior a dicho impuesto. No existe una campaña de alimentación correcta a nivel nacional y tampoco de cambio de hábitos saludables; por el contrario vemos diariamente como la drogadicción, y el sedentarismo son acciones que la población ve como “normal”, que decir de los hábitos alimenticios en donde a medio día en toda mesa de las familias no falta una botella de la famosa bebida de cola (así lo ha manejado el exitoso marketing de FEMSA). El candidato Ricardo Anaya, planteó que "el expediente clínico electrónico es el primer paso para una auténtica convergencia para que la gente pueda ir de manera indistinta a cualquier hospital".Esta propuesta es, básicamente, integrar todos los sistemas de salud: IMSS, ISSSTE y Seguro Popular. Y no le falta razón, sin embargo en la actualidad y de acuerdo a la ley general de salud, el ciudadano se puede atender en cualquier unidad;los administrativos que dirigen nosocomios resolverán el problema administrativa y financieramente (claro, si supieran como).

Lo cierto es que hay mucho cabo suelto en sus promesas, lo principal es universalizar los servicios, certificar y acreditar las unidades y sobre todo colocar personal calificado a dirigir el sistema de salud pública y no “políticos” que van y vienen cada tres o seis años. El presupuesto es importante, México destina el 3.1 del PIB  a salud en comparación con Canadá (7.8) o Japón (9.1) para darnos una idea. Ningún candidato lo mencionó, entonces ¿les importara? Yo pienso lo mismo, lamentable situación.


Dr. César Álvarez Pacheco
@cesar_alvarezp
Huatabampo, Sonora.

martes, 12 de junio de 2018

Lo bueno y lo malo de los medicamentos.


Es frecuente en la consulta o en las charlas de pasillo  la siguiente pregunta: ¿Para que sirve este medicamento? ¿Este es para la tos? ¿este para dolor? Y así sucesivamente, lo cierto es que los medicamentos tienen una amplia gama de acción, no siendo específicos en una función sino que además son capaces de generar daño, así convergen lo bueno y lo malo de los medicamentos; por mencionar un grupo de medicamentos como los antiinflamatorios no esteroideos, constituyen actualmente uno de los grupos farmacológicos más prescritos y consumidos en el mundo. Las razones para su consumo masivo van desde la condición de su venta sin necesidad de receta médica y su uso en diversos síndromes dolorosos, hasta la prevención de eventos isquémicos cardiovasculares y cerebrovasculares. La tendencia de un incremento aún mayor en su consumo es de esperarse, desde el momento en que sus indicaciones van ampliándose a la prevención de cáncer colorrectal, el cáncer de mama y la enfermedad de Alzheimer. Por lo tanto, resulta ineludible focalizar la atención sobre los aspectos de seguridad de estos farmacos, con el fin de hacer uso racional de ellos y prevenir cualquier patología inducida por este grupo farmacológico.

Hace 3500 años, Hipócrates prescribía el extracto y las hojas de corteza de sauce para tratar la fIebre y la inflamación. En 1899 se introduce comerciablemente el ácido acetilsalicílico, una forma más aceptable y de mejor sabor que el ácido salicílico que a su vez provenía de la salicilina, el principio activo de la planta Salixalba. En el año 1961, el profesor inglés Stewart Adams descubrió las propiedades antiinflamatorias del ibuprofeno en cobayos. En 1976 el científico británico John Vane descubre el mecanismo del ácido acetilsalicílico, este crucial hallazgo le mereció el Premio Nobel de Medicina que le fue otorgado el año 1982, que como podemos ver son relativamente recientes. Otros farmacos “clásicos”, lograron un éxito de venta espectacular, superando los mil millones de dólares en los 15 meses posteriores a su lanzamiento. Un modelo teórico prevalente en esa época fue escrito por el Dr. Vane en 1998 donde expresaba: “Que este tipo de medicamentos poseen sus actividades antiinflamatorias grandiosos, mientras que sus efectos adversos eran la irritación gástrica”. La discutible metáfora del bueno y el malo había sido construida. En septiembre del 2004 el rofecoxib es retirado del mercado farmacéutico mundial. Posteriormente, en el 2005 la Agencia de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA por sus siglas en inglés) retira el valdecoxib; por otro lado, el celecoxib sigue en el mercado pero bajo una advertencia en un recuadro negro sobre sus efectos cardiovasculares adversos. La mucosa gástrica posee uno de los sistemas defensivos más eficaces del organismo, capaz no solamente de resistir el daño, sino también de repararlo una vez que este se ha producido.

Las principales reacciones adversas de estos fármacos a nivel del sistema renal son: insuficiencia renal aguda, así como trastornos hidroelectrolíticos, hipertensión y edema. Los coxibs no están exentos de reacciones renales adversas. En conclusión, la seguridad de los AINE actualmente disponibles, analizados bajo criterios de daño gástrico, cardiotoxicidad y nefrotoxicidad, difieren de manera ostensible. Sin embargo, es posible afirmar de manera general que los más seguros siguen siendo el ibuprofeno y el naproxeno, asociados, o no, con otro tipo de medicamentos para proteger el estomago, si hay riesgo incrementado de daño gástrico. Así convergen lo bueno y lo malo de los medicamentos, es casi imposible mencionar o suponer que un fármaco funciona para tal o cual enfermedad, por ello el criterio médico es muy importante ya que el sabrá cual es el mejor indicado para el padecimiento y cual es el que menos daños ocasionaría, y de ser así, disminuirlo o contrarrestarlo. Por esta razón en medicina, los médicos no podrían ser sustituidos por una computadora.

Dr. César Álvarez Pacheco
@cesar_alvarezp
Huatabampo, Sonora.

lunes, 4 de junio de 2018

¿De que murió Guadalupe Victoria?


En 1824, tres años después de la proclamación de la Independencia de México, el General Guadalupe Victoria fue electo como primer Presidente de la joven República Mexicana. Su nombre no ha alcanzado la notoriedad de otros héroes de la Independencia como Miguel Hidalgo, José María Morelos o Vicente Guerrero, pero su papel en la creación de nuestra nación fue esencial. Su carrera política, sin embargo, se vio severamente afectada por las convulsiones que comenzó a sufrir en la quinta década de su vida y que mermaron su salud y finalmente lo condujeron a la muerte en la Fortaleza de San Carlos en Perote, Veracruz.

Históricamente, Guadalupe Victoria ha pasado a engrosar las filas de epilépticos famosos. Sin embargo, las circunstancias particulares que rodean tanto la vida como la muerte del primer Presidente de México hacen su caso especialmente interesante. Y es que no sólo fue la suya una epilepsia de inicio un tanto tardío, sino que además las vicisitudes que se presentaron durante su vida, y después de su muerte, sugieren que detrás de sus episodios convulsivos pudo haber alguna enfermedad subyacente. Durante su Presidencia, entre otras cosas, se estableció la independencia de los tres poderes del Estado; se designó a la ciudad de México como Distrito Federal; se instituyó el primer sistema de pensiones y se celebró, por vez primera, el famoso “Grito” de Independencia. Al terminar su periodo presidencial, Victoria se retiró a su hacienda en Tlapacoyan, Veracruz, donde se dedicó a la ganadería y la agricultura, dejando a un lado la política. Esta vida apacible se vio interrumpida por el golpe con el cual el General Anastasio Bustamante tomó la Presidencia que antes ocupara Vicente Guerrero. Victoria salió de su retiro y regresó a la vida pública, primero como senador por Veracruz y luego como gobernador del Estado de Puebla. En 1838 participó en la defensa de Veracruz, bajo las órdenes de Santa Anna, contra el asedio de los franceses (en la famosa “Guerra de los Pasteles”) y luego fue protagonista de las negociaciones con Francia. Fue en este periodo cuando sufrió sus primeras crisis convulsivas, pidiendo incluso licencia al cargo y retirándose nuevamente a su hacienda. Debido a su alejamiento del terreno público, poco se sabe de los acontecimientos que sucedieron durante su estancia en Tlapacoyan. Quizás lo único reseñable durante esa época es que Victoria contrajo segundas nupcias con la señora María Antonia Bretón, oriunda de Puebla, que lo acompañaría hasta su muerte. Lo que sí es bien sabido es que, a partir de su retiro de la política, su salud ya nunca sería la misma e iría en declive hasta sus últimos días en Perote. El único registro médico fidedigno que se tiene del padecimiento de Victoria es el realizado por el doctor Antonio González Castillo, profesor de medicina y cirugía y Primer Ayudante Director del Hospital Militar de 2ª clase de Perote, que lo atendió durante su estancia en Tlapacoyan y luego lo trasladó a Perote. 

En el año de 1842, la salud de Victoria comenzó a empeorar. La enfermedad que acabó con la vida de Guadalupe Victoria se caracterizó, por lo menos durante el periodo descrito en su expediente clínico, por convulsiones acompañadas de dolor precordial, edema e irregularidades del pulso. Tomando en consideración la clínica de dolor de pecho que caracterizó los últimos días de Victoria, así como los hallazgos cardíacos, parece ser que la supuesta epilepsia que padecía no fue la causa de su muerte, sino que ésta se debió a fenómenos cardiovasculares. Sin embargo, es un hecho bien documentado que el Presidente Victoria sufría de eventos convulsivos, lo que nos lleva a pensar que quizá los ataques diagnosticados como epilépticos tuvieran un componente cardíaco. Por todo esto se sugiere que probablemente una enfermedad de Chagas fue la presencia de fenómenos convulsivos, probablemente secundarios a una enfermedad vascular cerebral, fue la causa de la enfermedad y muerte del primer Presidente de México, Guadalupe Victoria.

Dr. César Álvarez Pacheco
@cesar_alvarezp
Huatabampo, Sonora.