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El déficit nutricional es frecuente
en países en vías de desarrollo, donde el acceso a dietas adecuadas está
restringido. La necesidad de suplementación dietética en países desarrollados
aún está en discusión; todo parece indicar que solo aquellos niños que están
realmente mal nutridos responden a los suplementos. No es razonable considerar
que los micronutrientes analizados de forma individual se asocien a diferencias
en funciones cognitivas; por otro lado, una dieta deficiente en un componente
es también más propensa a ser pobre también en otros, y el efecto de los
nutrientes no es solo individual, sino que estos actúan igualmente de forma
combinada en el desarrollo y funcionamiento cerebral. Existen evidencias que apoyan la asociación
entre depresión y ácidos grasos esenciales, así como la relación del nivel de
ácido fólico y algunos aminoácidos, con una fuerte interrelación entre dichos
nutrientes, que pueden ser utilizados de forma efectiva para tratar la
depresión o aumentar la eficacia del tratamiento existente. Otros nutrientes,
incluyendo antioxidantes de la dieta y ciertos oligoelementos tienen
posibilidad biológica de que afecten la función cerebral y la modulación del
ánimo. La evidencia del papel de la nutrición en la salud mental se origina de
trabajos documentados de deficiencias francas de nutrientes, por ejemplo, la
deficiencia severa de vitamina B12causa pérdida de la memoria, disfunción
mental y depresión; de forma similar, la deficiencia de folatos puede originar
fatiga, confusión, demencia, irritabilidad. Estos nutrientes son necesarios
para el funcionamiento normal. El cerebro humano se desarrolla desde el
principio del tercer trimestre de la gestación hasta los 2 años de edad. A los
2 años, el volumen del cerebro humano ha alcanzado el 80-90 % del tamaño del
cerebro adulto. Los efectos psicológicos y neurológicos provocados por
deficiencias graves de nutrimentos confirman el papel de la nutrición en la
salud mental. El papel de elementos nutricionales como aminoácidos, minerales
como hierro, selenio, así como antioxidantes y vitaminas como la B12, que se
asocian con manifestaciones conductuales y cognitivas bien documentadas en la
literatura actual; se postula el valor de estos elementos nutricionales dentro
del manejo de pacientes con enfermedad mental, tal como depresión en la población
general y postparto, esquizofrenia, demencia.
Los suplementos con
antioxidantes han demostrado enlentecer la progresión del daño neuronal y la
enfermedad de vasos sanguíneos; la vitamina C se ha relacionado con la
disminución de la intensidad de los desórdenes de ánimo. Uno de los riesgos,
por lo menos con una dieta vegana, es la falta de vitamina B12. Una deficiencia
de esta vitamina puede desencadenar depresión, anemia y, finalmente, lesión
neuronal irreversible. Existe una fuerte correlación entre no consumir carne y
las altas tasas de depresión y ansiedad, así como una peor calidad de vida.
Aunque el tipo de alimentación es una cuestión personal y muchos pacientes
siguen lo que consideran como una alimentación saludable, los hábitos
alimentarios en general han cambiado durante el último siglo y por lo general
no para mejorar. Ha habido un gran cambio en el consumo de alimentos integrales
hacia alimentos procesados. Adicionalmente, ha habido un incremento en el
consumo de azúcar, hidratos de carbono y alimentos con colorantes,
conservantes, hormonas y grasas trans. Es importante promover la ejecución de programas de educación alimentaria que
desarrollen el valor preventivo y potencial curativo de una adecuada nutrición
en general.
Dr. César Álvarez Pacheco
@cesar_alvarezp
Huatabampo, Sonora.
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