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La
Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la
Salud (OPS) expresan que la vivienda es el ente facilitador del cumplimiento de
un conjunto de funciones específicas para el individuo y/o la familia: proteger
de las inclemencias del clima; garantizar la seguridad y protección; facilitar
el descanso; permitir el empleo de los sentidos para el ejercicio de las
manifestaciones culturales; implementar el almacenamiento; procesamiento y
consumo de los alimentos; suministrar los recursos de la higiene personal,
doméstica y el saneamiento; favorecer la convalecencia de los enfermos, la
atención de los ancianos y personas con discapacidad; procurar el desenvolvimiento
de la vida del niño; promover el desarrollo equilibrado de la vida familiar;
etc. Sin embargo, la mayor parte de la población mundial habita en alojamientos
que no cumplen los requisitos básicos. Hemos escuchado con frecuencia referirse
a las casas habitación como extremadamente pequeñas, incluso un comercial en
televisión de una financiera, se mofa de esto, irónicamente. En este contexto
cobran particular relevancia los datos de la CEPAL, según la cual un 39% de los
hogares de América Latina y el Caribe viven en condiciones de pobreza, un 18%
en condiciones de indigencia y un 37% de las viviendas son inadecuadas para ser
habitadas. Por otra parte, son muchos los factores del ambiente doméstico que
influyen negativamente en la salud: falta de acceso al agua potable,
saneamiento básico insuficiente en el hogar y la comunidad, inseguridad
alimentaria, etc. Dada la amplia gama de elementos propios de la vivienda que
afectan a la salud, no es posible dar una definición simple de lo que
constituye una vivienda de calidad insalubre, pero se puede dar una idea,
estimado lector si su gobierno contribuye a que esto sea posible o a comprobar
si solo es un simulador. También es difícil demostrar de manera concluyente las
relaciones entre los distintos aspectos de la vivienda y la salud, ya que
también ejercen influencia otras variables asociadas, como la predisposición o
susceptibilidad física, económica, política o social que tiene una comunidad de
ser afectada. La complejidad de la situación planteada nos remite a una
reflexión en torno a cuatro conceptos que se supone modelan la noción de
vivienda saludable: calidad de vida, salud, vivienda y riesgo.
Los
habitantes de la vivienda pueden denotar capacidad de adaptación para absorber
los riesgos sin que afecten su salud (resiliencia) o incapacidad para adaptarse
a ese cambio quedando expuestos a situaciones de vulnerabilidad y riesgo. La
vivienda es un valioso instrumento para analizar, monitorear y evaluar la
calidad de vida de la que depende la calidad de salud de la familia. Por esto,
no se puede “disecar” linealmente la realidad de la vivienda y la salud para
explicar y enfrentar fragmentariamente los problemas que la agobian, sino que
se debe aproximar a ella desde el entendimiento de las personas que la constituyen
con una visión global que abarque las debilidades y fortalezas de los sujetos,
la familia y la sociedad. ¿Cree usted que el estado proporciona condiciones
para el acceso a una vivienda digna? Ellos dicen que sí, ¿y usted?
Dr.
César Álvarez Pacheco
@cesar_alvarezp
Huatabampo,
Sonora.