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Hace
más de 30 años que se trabaja un esquema de vacunación que promueve las
acciones de prevención, protección y erradicación de enfermedades. Algunas ya
han sido erradicadas, como la viruela, y otras representan todavía un reto,
como el sarampión. Lo que hace que este programa sea verdaderamente universal,
es la coordinación de acciones entre las diferentes dependencias de la
organización pública en México. Las Semanas Nacionales de Salud (SNS) han
aumentado sus objetivos con el tiempo, primero mediante la ruptura en corto
tiempo de la cadena de transmisión de algunos padecimientos, después eliminando
la transmisión de los mismos y llevando a cabo acciones simultáneas e
integrales para la prevención de enfermedades evitables por vacunación,
enfermedades diarreicas e infecciones respiratorias. Los datos sobre la
cobertura de vacunación en nuestro país son dignos de competir con países como
Finlandia o Noruega. El inicio del siglo XXI se presentaba bastante halagador
en el campo de la vacunación en América Latina: la primera década transcurrió
con grandes avances en este campo tanto en investigación como en la mejoría de
los esquemas y las coberturas en la mayor parte de los países de la región.
Desafortunadamente, durante la segunda década de este siglo, estos avances se
han visto truncados por los problemas sociopolíticos y naturales que han
afectado a nuestra región, lo cual ha derivado en una baja sostenible de las
coberturas; la reaparición de la difteria y el sarampión en nuestra región es
ejemplo patente de este fenómeno. Culpar a países vecinos de ser exportadores
de determinadas enfermedades prevenibles por vacunación resulta vergonzoso y
absurdo, debido a que la diseminación de estas patologías no hubiese sido
posible si cada país contara con coberturas adecuadas o al menos, cercanas a
las que se presumen. Hoy en día, cada vez que hay cuestionamientos acerca de
los motivos de estas bajas en las coberturas, invariablemente se menciona a los
grupos antivacunas. Dentro del grupo de los anti vacunas, está conformado por
una diversidad de personas en el área de atención a la salud que por cuestiones
de pasividad o ignorancia, pierden las grandes oportunidades que se les
presentan para vacunar. Entre ellos podemos mencionar al médico o la enfermera
que difieren la vacunación por motivos tan banales como la presencia de
“moquitos” o tos. También podemos incluir a los médicos que no se aplican la
vacuna contra la influenza cada temporada y cuando atienden pacientes están
padeciendo cuadros respiratorios. Qué decir de aquellos profesionales de la
salud que, a pesar de que existen claras recomendaciones para el uso de las
vacunas en poblaciones de riesgo (diabéticos, asmáticos, cardiópatas, obesos,
mujeres embarazadas, etcétera), las ignoran, perdiendo la valiosa oportunidad
de vacunar al paciente cuando están frente a él. Otro grupo importante de
miembros del grupo de antivacunas son aquéllos que anteponen el precio de una
vacuna como condición para aplicarla, asumiendo que son protectores de la
economía familiar antes que guardianes de la salud. En este grupo existen
muchísimos casos; entre ellos destacamos a aquellos médicos tomadores de
decisiones a nivel gubernamental que difieren medidas de acción oportuna en
vacunación, esperando que las situaciones se resuelvan solas y perdiendo tiempo
invaluable en buscar culpables y perdiendo de vista la solución.
El
sector salud se encuentra una vez más en el ojo del huracán. El 8 de agosto, el
subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, declaró que no hay vacunas
doble y triple viral contra el sarampión, rubéola y parotiditis disponibles y
que el laboratorio Birmex las recibirá hasta diciembre. A pesar de esto, las
autoridades descartaron el riesgo de una epidemia. Pero la semana pasada, el
Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica (Sinave) confirmó otro caso de
sarampión en el estado de Quintana Roo. Con este caso de sarampión, suman nueve
los registrados en lo que va del año: uno en Nuevo León, dos en el Estado de
México, cuatro en Quintana Roo, uno en Chihuahua y uno en San Luis Potosí.
Pero, ¿Qué necesidad?
Dr. César Álvarez Pacheco
@cesar_alvarezp
Huatabampo, Sonora.