jueves, 22 de noviembre de 2018

¿Es bueno todo lo natural?


El culto de lo natural ha relegado a lo que no lo es a la condición de pernicioso o dañino o, al menos, subordinado. Llámese artificial, fabricado, químico o sintético, se presume que no tiene las ventajas de lo que produce la naturaleza. En términos de terapéutica, por ejemplo, se contrasta la que armoniza con las fuerzas naturales y la que las violenta. Algunas corrientes de la medicina natural ofrecen una terapéutica a base de remedios herbolarios, prácticamente sin procesamiento industrial, alimentación casi siempre vegetariana, el empleo de elementos del ambiente como el agua, la miel y el polen o los productos del mar; su forma farmacéutica preferida es la infusión, de tal manera que suele curar con “tés”, complementados con dietas, ayunos, enemas y baños, pero ¿Es realmente útil?

El contraste entre natural y artificial también se puede extender hacia la diferencia entre lo teórico y lo práctico, si se acepta que lo primero es lo natural y lo segundo lo artificial, en tanto que es éste una consecuencia intencional de la acción humana que no se limita a dejar seguir el curso natural de los acontecimientos. Un derivado directo de este culto por lo natural son los llamados cultivos “orgánicos” en los que no se utilizan productos químicos industriales sino que simplemente se cuida que durante todo el proceso no participen elementos extraños y, acaso, fertilizantes naturales. Algo similar ocurre con lo “kosher” de las costumbres judías, en que para ser considerado como tal tienen que cumplirse una serie de requisitos, muchos de los cuales eluden la contaminación artificial. Pueden intentarse otras derivaciones del conflicto natural-artificial, como verdad-utilidad, episteme-techne, intelectual-pragmático, pero conviene detenerse aquí para no caer en un exceso mayor. La visión histórica tiende, pues, a preferir lo natural frente a lo artificial, lo cual está un tanto representado por la oposición entre la religión y la ciencia, la primera respetando a la naturaleza como la obra divina y la segunda transformándola como la obra humana. Las nuevas generaciones, sin embargo, han reconocido el valor de la ciencia y la tecnología, sin dejar de percibir que, como todo, puede llevar a consecuencias inconvenientes, y sin soslayar la ambición del hombre por controlar la naturaleza. Uno de los argumentos más utilizados en favor de lo natural es que no hace daño, como sí lo hacen los productos industrializados. La naturaleza representa la fuerza vital, de tal manera que el adjetivo “natural” se ha convertido en superlativo de lo sano, benéfico y recomendable y, por supuesto, inocuo. En oposición, lo que no es bueno es lo artificial, lo químico, lo sintético; si un medicamento o un alimento es producto de la química, si tiene aditivos artificiales resulta que no es bueno. Para los fanáticos de lo natural, el adjetivo más peyorativo es que algo contiene químicos.

Al margen de la ignorancia que traduce el decir que algo no es químico, o que la química no es una ciencia natural, tal tendencia no resulta del todo favorable a la salud. Es verdad que muchos productos sintéticos pueden representar el riesgo de efectos colaterales, pero no lo es menos a partir de los productos naturales. En otras palabras, que lo natural no es, por supuesto, garantía de efectividad o inocuidad y que igual puede ser dañino lo totalmente natural. ¿No son, acaso, naturales la marihuana, los hongos alucinógenos, el opio y otros productos no necesariamente benéficos? La toxicidad de algunos remedios herbolarios está perfectamente documentada, por ejemplo, el daño hepático producido por Dictamnus daycarpus y por Peonia sp, o por el popular “gordolobo” (Verbascum thapsus) Mientras que lo natural se refiere al origen de un determinado remedio, lo inocuo alude a su incapacidad para hacer daño; el primero se relaciona con su génesis o su causa, el segundo con la consecuencia o el efecto. Podría ser correcto clasificar los remedios en naturales y sintéticos, pero no lo es desde luego traspolarlo a su capacidad dañina; sobre todo, es absolutamente incorrecto señalar que lo que es natural no daña por el solo hecho de ser natural. Ni todo lo natural es inocuo ni todo lo artificial es dañino; ni todo lo natural es eficaz, ni todo lo artificial es ineficaz.


Dr. César Álvarez Pacheco
@cesar_alvarezp
Huatabampo, Sonora.

lunes, 12 de noviembre de 2018

El origen (biológico) del mal.


Michael Myers está considerado uno de los asesinos de la historia del cine más conocidos, a la altura prácticamente de otros personajes míticos de la historia del cine de terror, como pueden ser Jason Voorhees (Viernes 13), Freddy Krueger (Pesadilla en Elm Street) y otros tantos más. No pude resistirme a ver la película de Halloween, la cual es una secuela del clásico de John Carpenter estrenado en 1978 y permite a Jamie Lee Curtis retomar el papel con el que debutó en el cine: Laurie Strode, que vuelve a ser acechada por el enmascarado Michael Myers con su ya habitual cuchillo de cocina. Pero ¿y qué es lo que diagnosticó su psiquiatra?

La psicopatía es un subgrupo dentro del diagnóstico de trastorno antisocial de la personalidad del DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) es el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, que abarca hasta el 25% de los pacientes con el diagnóstico de Trastorno antisocial (cuya prevalencia mundial es del 5%), sin embargo las características son claramente diferentes entre ellos, dando lugar a una similitud mayor con el diagnóstico de trastorno disocial (hasta el 15% de prevalencia mundial); esta diferencia hace crucial que se esclarezcan las características de cada uno para abordar de manera pertinente el tema, como lo señalan en sus distintas pautas diagnósticas. Un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás que se presenta desde la edad de 15 años, es lo que las caracteriza. Por otra parte, el trastorno disocial de la clasificación internacional de enfermedades es definido como: Un trastorno de personalidad que, normalmente, llama la atención debido a la gran disparidad entre las normas sociales prevalecientes y su comportamiento y está caracterizado por: Cruel despreocupación por los sentimientos de los demás y falta de capacidad de empatía; Actitud marcada y persistente de irresponsabilidad y despreocupación por las normas, reglas y obligaciones sociales. Y finalmente, la psicopatía es un constructo que se ha presentado desde 1801 por Pinel como alienación mental, pero siendo Kraepelin quien en 1904 le da la connotación de personalidad psicopática y Schneider en 1923 le otorga ya una integración conductual, clasificándolos de acuerdo a su temperamento y brindándoles la característica principal de anormales según los parámetros estadísticos; sin embargo, es hasta 1964 que Cleckley, posterior a la publicación de su libro “La máscara de la sanidad”, brinda las 16 características diagnósticas de la psicopatía para que fueran claramente diferenciadas de lo que en esa época comenzaban a ser esbozos de los trastornos de la personalidad, tales como: Inexistencia de alucinaciones o de otras manifestaciones de pensamiento irracional; Ausencia de nerviosismo o de manifestaciones neuróticas; Encanto externo y notable inteligencia; Egocentrismo patológico e incapacidad de amar.

¿Qué sucede a nivel cerebral? Menor actividad en hipocampo y reducción del funcionamiento prefrontal que dan pérdida de la inhibición o control, y por lo tanto aumentan sentimientos agresivos, conductas arriesgadas, irresponsables, transgresión de normas, tormentas psicopáticas, impulsividad, pérdida del autocontrol, y a nivel cognitivo, reducción de la capacidad de razonar y pensar abstracto y aumenta la conducta violenta; y finalmente la reducción en metabolismo de corteza frontal que hacen una conducta antisocial. Estos hallazgos han apuntalado a que los psicópatas pueden presentar alteraciones a nivel estructural, sin embargo parecen ser insuficientes ante tan complejo constructo. Lo cierto es que Myers, padecía un trastorno psicopático que requería urgentemente de medicamentos y su aislamiento urgente de la sociedad, su enfermedad tan agravada provocaba que ya no articulara palabra debido a su incapacidad cerebral, por otro lado, Laurie, obsesionada con él, padecía un trastorno parecido, pero esa es para analizarse en otra consulta.

Dr. César Álvarez Pacheco
@cesar_alvarezp
Huatabampo, Sonora.

lunes, 5 de noviembre de 2018

La dieta en el deporte.


El deportista tiene como objetivo mejorar su rendimiento y obtener mejores resultados. Barritas de proteínas, bebidas energizantes, polvos, etc. Es común encontrarlos en los gimnasios o estudios según la actividad física realizada, pero ¿Cómo debo nutrirme?  Para alcanzar esta meta utiliza diferentes tácticas durante el entrenamiento, técnicas de recuperación y apoyo nutricional. Sin embargo, durante la actividad física se producen cambios en la masa corporal como consecuencia de la pérdida de agua por medio de la respiración y el sudor, lo que puede alterar el volumen intra y extracelular del organismo. La dieta en el deportista afecta su salud, peso y composición corporal, disponibilidad de sustratos, tiempo de recuperación y su rendimiento.

Por ejemplo, la ingesta energética correcta para el deportista le permite mantener el peso corporal apropiado para el óptimo rendimiento físico y aumentar los efectos del entrenamiento, pero también es un componente esencial en el resto de las etapas que el deporte implica como la competencia, la recuperación y el descanso. La deshidratación es otro elemento determinante en el declive del rendimiento deportivo, en consecuencia para una rehidratación eficaz es necesario que tanto el vaciado gástrico de los fluidos ingeridos como la absorción en el intestino se efectúen lo más rápido posible. Para reducir los efectos de la deshidratación y beneficiar los mecanismos involucrados en la defensa de mantener un adecuado rendimiento, el deportista debe ingerir líquidos antes del entrenamiento para hacerle frente, durante el mismo para conservar el volumen sanguíneo, los sistemas cardiovascular y termorregulador en óptimas condiciones y después para asegurar una correcta reposición de los líquidos perdidos durante el ejercicio. El suministro de carbohidratos después del esfuerzo físico provoca aumento en la glucemia y la insulinemia que aseguran también una adecuada recuperación. Con frecuencia los deportistas no cubren sus necesidades energéticas debido al bajo aporte de hidratos de carbono, lo que lleva a la pérdida del tejido magro (musculo) y a deficiencias en micronutrientes. Hay que tomar en cuenta diversos componentes y factores para el cálculo del gasto energético, entre ellos la composición corporal, el crecimiento, la tasa metabólica basal, el efecto térmico de los alimentos, el ejercicio y la actividad física voluntaria y espontánea; por tanto la ingesta energética diaria recomendada para un deportista debe mantener el peso óptimo para el adecuado rendimiento y maximizar los efectos del entrenamiento. Debe ajustarse el incremento calórico en función del tipo y tiempo dedicado a la actividad física realizada así como de las características del propio deportista.

Los macronutrientes son aquéllos que proporcionan al organismo la mayor parte de la energía metabólica, de los cuales están identificados los hidratos de carbono, los lípidos y las proteínas. Los primeros, al igual que las grasas son las principales fuentes de energía para el cuerpo, son el principal combustible para la musculatura en ejercicios de mediana y alta intensidad, proporcionan la energía necesaria para mantener una adecuada contracción muscular durante el ejercicio. Las proteínas en la actualidad, se utilizan en forma de suplementos y aminoácidos en los deportistas y es uno de los aspectos más debatidos en el campo de la nutrición del ejercicio, además los atletas que desean ganar masa y fuerza muscular, son propensos a consumir mayores cantidades de proteína en la dieta en comparación con aquéllos con entrenamientos de resistencia. Por tal motivo es necesario establecer el consumo ideal de proteínas en este tipo de actividad, por otro lado también es ineludible conocer el valor nutritivo (valor biológico o calidad) de una proteína, el cual se define por la capacidad de satisfacer las necesidades de nitrógeno y aminoácidos del consumidor. En cuanto los lípidos o grasas, el rango aceptable es de 20 a 30% Una buena hidratación es condición fundamental para optimizar el rendimiento deportivo. La importancia de los líquidos, el agua y las bebidas para deportistas radica en el restablecimiento de la función del organismo por la pérdida de agua y electrolitos provocada por la actividad. Así que la próxima vez que haga ejercicio, tome en cuenta todo lo que su cuerpo requiere.

Dr. César Álvarez Pacheco
@cesar_alvarezp
Huatabampo, Sonora.