Los plásticos son una parte cotidiana de
nuestras vidas que utilizamos todo el tiempo. Llevamos una botella de agua de
plástico en la mano cuando viajamos, cocinamos con plásticos, nuestros
comestibles vienen envueltos en plásticos y nuestra comida se calienta en
recipientes de plástico. Hoy se sabe que todo ello influye en nuestra salud,
pero ¿De qué manera?
El increíble crecimiento de la
producción de este material en las últimas siete décadas, que se remontan a los
años 50, durante las cuales se calcula que se han producido aproximadamente
9.000 millones de toneladas de plástico. Podemos pensar que estamos abordando
esta cuestión a través del reciclaje. Aunque en teoría suena bien, se calcula
que solo se recicla alrededor de 10 % y gran parte del material no reciclado
termina en vertederos no regulados, en el agua o se quema y se aerosoliza; sí,
como en el “basurón” en Huatabampo y otros lugares. Con su posterior
degradación o regulación al alza, el plástico se convierte en un compuesto de
aire, agua y suelo. Como tales, los plásticos son ingeridos de forma rutinaria
y se infiltran progresivamente en prácticamente todas las formas de vida del
planeta. De hecho, se calcula que actualmente una persona promedio ingiere el
equivalente a 5 g de plástico más o menos,
aproximadamente la masa de una tarjeta, una vez a la semana. Se puede respirar
por aerosolización e ingerirse, aunque no hay mucho riesgo de exposición
dérmica. Dicho material se clasifica como microplástico cuando tiene un tamaño
<5 mm, algo que generalmente podemos ver, y en nanoplástico cuando mide
<1 μm, que obviamente no podemos ver. Un artículo de revisión de 2024 señala
que los plásticos ingeridos se acumulan en el tubo digestivo y en los pulmones,
donde presentan propiedades inflamatorias. Múltiples estudios realizados en una
variedad de modelos de parasitos y peces han demostrado que los microplásticos
tienen efecto espectacular en la flora intestinal. En los humanos disminuyen la
misma. Básicamente la ingestión de plásticos aumenta la disbiosis y disminuye
la diversidad estableciendo un desequilibrio en el tubo digestivo. Los estudios
realizados en animales también han demostrado sistemáticamente que los
microplásticos dan lugar a cambios drásticos en la integridad intestinal. Numerosos
estudios han demostrado que estas nanopartículas de plástico pueden encontrarse
en cualquier parte del cuerpo, incluido el cerebro. La exposición al plástico
es muy perjudicial. ¿Qué significa todo
esto en términos de enfermedad? Estos plásticos no provocan la muerte celular,
pero sin duda modifican la estructura y la función de las células. Múltiples
análisis celulares y estudios in vivo han demostrado repetidamente el impacto
biológico negativo de la exposición a microplásticos. Un estudio reciente que
me pareció interesante por sus sorprendentes resultados apareció en The New England Journal of Medicine. Los
investigadores reclutaron 304 participantes. De estos pacientes, 150 (58 %)
tenían nanoplásticos identificados en sus arterias y presentaban riesgo de sufrir
una complicación cardiaca asociada, un ictus o muerte por cualquier causa aproximadamente
4 veces mayor que aquellos en los que no se detectaron nanoplásticos. También
hay datos que indican relación con las enfermedades hepáticas. Por ejemplo, un
estudio experimental con animales demuestra que existe estrecha relación entre
la exposición a microplásticos y la aparición de esteatosis hepática asociada a
disfunción metabólica. En otra revisión se analizaron las razones metodológicas
por las que esto tiene sentido, que demuestran que las nanopartículas son
transportadas a la vena porta e inducen aumentos de diversas citocinas en el
hígado.
¿Qué se puede hacer? Se trata de una
pesadilla epidemiológica en potencia. El riesgo medioambiental es explosivo y continúa
a ritmos crecientes. Se calcula que en 2050 la producción anual de plásticos
superará los 1.100 millones de toneladas anuales. A finales de 2023 la Unión
Europea aprobó una medida de legislación química para bloquear o restringir la
adición de microplásticos a los productos. Al considerar la magnitud de esta
medida hay que tener en cuenta que están presentes en prácticamente todo lo que
vemos: fármacos, cosméticos, etcétera. Además, la Asamblea de las Naciones
Unidas para el Medio Ambiente aprobó un acuerdo en 2024 para investigar formas
de elaborar y aplicar potencialmente políticas relacionadas con la exposición a
nanoplásticos y microplásticos en humanos. Las estrategias de mitigación pueden
incluir medidas, como reducción de la exposición al plástico en las formas de
consumo (p. ej., botellas de agua, materiales de cocina), mejora de las
prácticas de manejo en torno a cómo se procesan los plásticos y en última
instancia, cómo se tratan cuando se devuelven al medio ambiente, así como la
búsqueda de formas de limitar este material en los productos de consumo y
desarrollar alternativas biodegradables.
Dr.
César Álvarez Pacheco
cesar_ap@hotmail.com
@cesar_alvarezp
Huatabampo,
Sonora